Cuando el mercado editorial parecía irreversiblemente saturado de productos montados sobre el género, Pola Oloixarac salió a la cancha con Bad Hombre. Un libro que sobresale, en primer lugar, porque a diferencia de muchas de las autoras que se pusieron a escribir ficciones o ensayos complacientes con el clima de una época intelectualmente enferma por muchas razones —entre las cuales el tráfico identitario pica alto—, Pola es una muy buena escritora. Hay un placer puramente estético al leerla porque es evidente (y contagioso) el gozo y hasta el sano regodeo, que tiene en su relación con las palabras. Filiada en el estilo a escritores argentinos que cultivaron la ironía, la parodia y un arriesgado combo de erudición y frivolidad, tiene una soltura que no suele aparecer en aquello que se realiza a la carta. Nada de “creador de contenidos que saca libros” vibes.

El segundo motivo es más complejo porque concierne al abordaje político —ya desde el título toma prestada la frase con la que Donald Trump habla de los “marrones” que pretenden vivir en su país— y, si se quiere, filosófico de un trabajo que toca varios registros, incluido el ensayo, la novela y el periodismo. Aunque es liberal, Oloixarac podría ufanarse de correr a la izquierda por izquierda cuando da cuenta de las operaciones institucionales destinadas a promover la cultura de la cancelación, encaramada en la ampliación de derechos de minorías, que emanan desde lo que entendemos por primer mundo para ser replicadas en países periféricos. Sin los remilgos del progresismo de moda, proclive a impostar una conexión con las bases que nunca tuvo y fingir cierto pobrismo, Bad Hombre se mueve con libertad por París o San Francisco, se desplaza por escenarios que podrían juzgarse a la ligera como de elite, para hacer entender que es justamente allí, y no en el “campo popular”, donde se gestan las épicas de vigilancia.
La presencia de Pola en el relato es ambigua. Daniel Guebel dice que se preocupó por dejar exento “de toda pasión y chisme humano a quien narra, sólo puesto en condición de testigo” y es cierto, pero, en algunos pasajes, lo autobiográfico emerge, y nos provoca algunos cimbronazos. En cualquier caso, su posicionamiento en el relato es lo suficientemente discreto para alejarlo del panfleto; lejos de ofrecer conclusiones digeridas, abre la puerta a las contradicciones, los reposicionamientos y las contramarchas. Apenas se permite formular algunas preguntas cruciales, como la de la violencia del pasado tamizada por las complejidades del presente, pero deja que el lector se haga preguntas solito a partir de personajes que, en algunos casos, muestran una relación de enorme tensión entre lo que dicen y hacen.

El tercer motivo —hay otros que será mejor encontrar a partir de la lectura personal— es que Bad Hombre se luce en su habilidad para engarzar algunos hechos nos tan difundidos de momentos clave en la expansión literaria argentina —mención especial a Victoria Ocampo— con los problemas del presente. En la enjundia por su propia tradición, la autora de Las teorías salvajes muestra, en definitiva, un amor por el país que no tiene nada que ver con usar la albiceleste, tatuarse un símbolo patrio o, como empezaron a hacer algunos en falaz reacción contra “lo progre”, colgarse rosarios, cruces y virgencitas, sino con haber tomado en serio varios de los ejes que componen su cultura.
Bad hombre tuvo muchísima prensa. Se lo aplaudió desde sectores políticamente enfrentados. Parece una obra que muchos estaban esperando. En este sentido, Pola puede jactarse, también, de haber perforado algunas barreras funcionales al poder. Me gusta verlo de esta manera, para poder decir que es un libro que cobra un cariz performático, o que se trasciende a sí mismo para probar, entre otras cosas, que la segmentación, muchas veces, no es ni una necesidad ni un derecho de las sociedades.
Nancy Giampaolo es periodista, guionista y docente. Colabora en medios gráficos y es columnista del suplemento cultural del Diario Perfil. Publicó Género y política en tiempos de globalismo (Nomos), Radiografía de la corrección política (Casagrande) y Feminismos, liberación o dependencia (GES). Co escribió el guión de la comedia Caida del cielo y, entre 2005 y 2013 hizo guiones periodísticos en la Televisión Pública. Desde 2021 lleva adelante El Lado C, un ciclo de entrevistas con Diego Capusotto en teatros de Argentina y otros países hispano parlantes.







Deja un comentario