Promedia el año. La Selección Argentina, campeona del mundo, acaba de ganar la Copa América. Enzo Fernández comparte un video con sus más de 11 millones de seguidores en Instagram. En el fragmento, los campeones corean una canción. El resultado es conocido: una acusación de racismo. No solo por parte de ciertos compatriotas que se sintieron ofendidos, sino también de la Federación Francesa de Fútbol. El dedo señalador del mundo de la moral new age se posa sobre él. En la era de la cristalización de los fundamentalismos, y de la necesidad imperiosa de pronunciarse con urgencia sobre cualquier asunto, las opiniones no tardaron en llegar. De este o de aquel lado de la mecha, detractores y defensores se ponen a funcionar en ese engranaje que es el binomio buenos – malos que rige la vida social, y que está hecho de todo lo opuesto a lo que se dice: inclusión, respeto por el que piensa distinto, búsqueda de igualdad. Lo que importa es lo que dicen las banderas, el discurso, la performance.

La Federación del fútbol francés anuncia que denunciará al jugador. En ese marco, el entonces Subsecretario de Deportes, salió a pedirle a Lionel Andrés Messi que pidiera disculpas por las molestias ocasionadas. Según el funcionario, la finalidad de la reverencia era no quedar “mal parados” y tener un gesto “ejemplificador”. Y, como toda decisión tomada en el afán de quedar bien, al ex intendente le salió el tiro por la culata y el gobierno le dio salida inmediata. El presidente podrá enfrentarse a los ídolos de algún grupo etario determinado pero tampoco se chupa el dedo. 

En ese contexto, y fiel a su estilo, Victoria Villarruel eligió destacarse. 

Argentina es un país soberano y libre. Nunca tuvimos colonias ni ciudadanos de segunda. Nunca le impusimos a nadie nuestra forma de vida. Pero tampoco vamos a tolerar que lo hagan con nosotros. Argentina se hizo con el sudor y el coraje de los indios, los europeos, los criollos y los negros como Remedios del Valle, el Sargento Cabral y Bernardo de Monteagudo. Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir. Basta de simular indignación, hipócritas. Enzo yo te banco, Messi gracias por todo! ¡Argentinos siempre con la frente alta! ¡Viva la Argentinidad!», tuiteó. 

Con esas palabras y una foto tripartita, la presidenta del Senado puso a varios opositores a pedirse disculpas entre ellos por haberle regalado un like. Villarruel apareció, volvió a desmarcarse de los propios y puso en jaque a los ajenos. 

Lo sabemos todo sobre sus ideas políticas. No escatima información y es concreta. Tanto es así que esgrimir algún análisis al respecto es una pérdida total de nuestro escaso tiempo. Sabemos, a ciencia cierta, cuáles son los lineamientos que la impulsan y de donde viene. Por lo que, si pensabas leer una crítica hacia su posicionamiento, lamento que te lleves una decepción. Ante todo, un sinceramiento (y un adelanto): cuando la siempre bien vestida Victoria aparece en la esfera pública, no puedo evitar ir hacia ella. Buscar, entrar en la red de Elon Musk, leer los extensos tuits que escribe y cuánta nota sobre ella vea pasar. ¿Por qué? Esa es la cuestión. No sé bien qué tiene pero algo de ella me convoca. Y estoy segura de que no soy la única. 

Foto Juan Ignacio Roncoroni/EFE

¿Por qué Villarruel tiene la capacidad de interpelar hasta a sus máximos detractores? ¿Por qué nos pone a discutir lo que es obvio, si es o no es peronista? 

Villarruel tiene la cintura para saber cómo y cuándo mover las piezas del tablero. Es versátil, y logra que la ubiquemos en el centro de la escena, ya sea por la elección de su vestuario, por su indudable estirpe de mujer de Estado o por la relación ambigua que tiene con el resto de los integrantes del partido de gobierno. En definitiva, me pregunto si todas esas cuestiones no llegan al mismo puerto: lo que nos convoca es su paso firme hacia la construcción de poder y, en ese sentido, ¿quién podría no admirarla? Aunque sea un poquito. Aunque sea en secreto. 

¡Mujeres al poder!

¿Cuántas veces, muchas de nosotras, intentamos poner sobre la mesa la discusión acerca de la cantidad de mujeres en espacios de toma de decisiones? Hoy, que el feminismo y sus múltiples bifurcaciones descendieron de la cresta de la ola, podemos hablar sin tener que pensar en lo que opinan las cuatro o cinco “referentas” de alguna de las colectoras del movimiento de mujeres. En mayor o en menor medida, todas tuvimos algo para decir al respecto. Parece que sucedió en otra vida pero algunas de las selectas que encabezaron la última irrupción del feminismo, se ocupaban de contabilizar cuántas mujeres posaban para la foto y, de ese modo, establecer si lo que estaba sucediendo detrás era bueno o malo.

La exigencia era unívoca: más mujeres en el poder. Como si la mera tenencia de genitales femeninos garantizara un plus de buen desempeño en la tarea específica. Otra vez, el binomio. Mujeres buenas – hombres malos. Nos basta con volver sobre la historia reciente de nuestro país o con mirar un poco más allá de la frontera para saber que el ejercicio del daño no es un capital exclusivo de los hombres de la política. Incluso no hace falta irnos tan lejos, podemos pensar en alguna de las minas que conocemos. Podemos vernos en el espejo. Las mujeres y los hombres podemos ser. Punto. 

Foto Maxi Failla

Lo que es innegable es que el ahínco con el que se llevó adelante el reclamo tuvo grandes resultados. Ministras de la Nación, diputadas y senadoras —que están a años luz de sus pares varones, si de estar en el centro de la escena se trata— y “el jefe”, la hermana del presidente y aquella que —en palabras de Javier Milei— es quien nos trajo hasta acá. Sin embargo, ninguna de ellas denota gran relevancia. Incluso, entre Karina y Victoria existe una interna a cielo abierto que, si se tuviera que dirimir hoy mismo, todos sabemos cual de las dos saldría triunfante. 

No se trata de que estas mujeres no tengan cierto peso específico, pero lo que tienen en común es que todo indica que su paso por la política será efímero o que ya habitan en el desgaste propio de la redundancia. La diferencia es abismal. Y, como ojo de loca no se equivoca, todas sabemos que ella es distinta: Victoria busca trascender. Se desmarca de la farandulización, y deja en claro que, si le hubieran dado las carteras ministeriales que pidió, el manejo de las mismas no hubiese sido el mismo al que asistimos. No obstante, supo transitar con altura ese primer desaire del presidente. Como hace siempre: marca su propio camino. 

Victoria militante

Más de diez meses de gobierno pusieron de manifiesto que la idea de ser un outsider comenzó a perder el valor que esa misma concepción tuvo durante la campaña presidencial. La noción de la eliminación de la casta quedó demodé por utópica y por innecesaria. Quizás el exponente más notable de esa decadencia sea la decisión de organizar una cena para vanagloriar a los legisladores que acompañaron el veto a un magro aumento a los jubilados que son, en su mayoría, indigentes. 

Si de algo se ufanan los libertarios es de su reciente aterrizaje en la política. Limpios. Puros. Pero la vicepresidenta, otra vez, se distingue de otros exponentes de su mismo espacio.

En una entrevista que dio a Luis Novaresio, Victoria se autodefine como una “argentina orgullosa de haber nacido acá, que se encuentra enfrentando la mayor prueba que un ciudadano puede enfrentar en su país, que es representarlo”.  Y, si bien en esa nota se refiere a la política “partidocrática”, con cierto desprecio, hace especial hincapié en que su recorrido político data de tiempos inmemoriales. Sin embargo, elije mencionar como hito de sus comienzos el año 2006, por su participación en la creacion de la Asociación Civil Centro de Estudios Legales sobre el terrorismo y sus victimas. Según refiere en la misma entrevista, su objetivo fue que “las victimas del terrorismo de los ’70 obtengan el reconocimiento de sus derechos humanos”. Además, Victoria menciona su experiencia familiar y alude a que su padre fue torturado por el ERP. 

El relato es mucho más extenso pero podemos quedarnos con esto: Villarruel reivindica el uso de la política como herramienta para la transformación. Los modos y las ideas son materia de interrogantes aparte. ¿Para qué quiere construir su propio capital político? ¿Cómo utiliza el poder que viene edificando con paso firme? ¿Cuáles son los motivos de la rapidez con la que se mostró capaz de articular su propio esquema?

Lo que nadie puede negar es que, a diferencia de sus compañeros de partido y hasta del propio presidente de la Nación, Victoria teje redes, y no le interesa  quedar pegada a  la idea de ser una más en el gobierno de los que no tienen mucha idea. Para ella, el hecho de no conocer a la perfección el funcionamiento del Honorable Congreso de la Nación no tiene nada que ver con no ser casta y constituye una ofensa. La vicepresidenta no vocifera, no se pelea con funcionarios, dialoga y se muestra como la única institucionalista de esta gestión. Otra vez, es distinta. Hace notar que sabe a lo que está jugando y, sobre todo, que sabe navegar las aguas de la política argentina.

 Tiene rasgos que la asemejan a otras mujeres de la esfera pública de la Nación y, a su vez, posee ciertas características que la ubican en el lugar de lo novedoso. Aunque estos aspectos, los que la convierten en una figura atractiva por lo inusual, son en esencia opuestos a los motivos por los que la figura del presidente también se erigió como disruptiva. ¿Qué pasa si la sociedad argentina termina por desplazar a Javier Milei de ese casillero? Y si lo ubicaran en la bolsa de lo vetusto de la política, ¿quién es el personaje que reúne las condiciones necesarias para ocupar el lugar del mesías?  

¿Cuál es el objetivo de apodar “jamoncito” al primer mandatario, frente a todo un país que acaba de elegirlo para guiar el futuro de la patria?  ¿Cuál es el fin último de aprovechar cada oportunidad para señalar al gobierno su impronta cipaya? ¿Cuáles son las expectativas de Victoria para el momento en el que se acerque el final del mandato de Javier Milei? ¿La encontrará oficialista, opositora o sucesora? En todos los casos, la única certeza es que hay un solo lugar que Victoria Villarruel no va a ocupar: el de la mujer en las sombras. 

Florencia Lucione es abogada en ejercicio (y en construcción). Colabora con columnas sobre actualidad en distintos medios de comunicación. Escribe para saber qué piensa sobre las cosas que no entiende. 


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Una respuesta a “La presidenta que espera”

  1. […] la eficacia que viene mostrando para hacer ruido mediante gestos que escandalizan al progresismo, Victoria Villarruel arremetió contra la educación gestionada por la Provincia de Buenos Aires, epicentro del […]

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