“Si yo fuera Maradona, viviría como él…’’ suena de fondo mientras preparo el primer mate de la mañana. Es que el Diego tiene ese aura en el que todos nos vemos reflejados. Diego es pueblo, es fútbol, pero también es un fashion icon

Su forma de jugar en la cancha lo caracterizaba como pocos, pero así también su forma de vestir. La ostentación era su marca registrada, en particular durante los años ‘80 y ’90: camisas Versace y tapados de visón. Y esa particularidad en todo lo que hacía, marcó las bases para la identidad del futbolista argentino a la hora de vestir: tatuajes que refuerzan creencias e identidad, joyas, cortes de pelo modernos y ropa de diseñador. 

Deport Hit y Adidas fueron de las primeras marcas que equiparon al “10”. Pero su personalidad fue buscada por los grandes de la moda: quién supo llevar dos relojes al mismo tiempo como accesorio, fue imagen de la campaña Journeys de Louis Vuitton en 2010 —en compañía de Pelé y Zinedine Zidane—, y demandó a Dolce & Gabbana por usar su nombre y el número 10 en una camiseta sin permiso para una colección. Otro partido ganado por el Diego, ya que la justicia obligó a Dolce & Gabbana a pagarle más de €70.000 por el uso indebido y no autorizado de su imagen. 

El 10 reflejó su estatus social a través de la apariencia

Dentro de la estructura social, ese Diego de Villa Fiorito cumplía un determinado rol y estatus asociado a su clase social. Una identidad social que el “10” fue transformando con el paso de los años a través de sus triunfos deportivos y esa personalidad avasallante que lo caracterizaba. 

Fue en la moda justamente donde pudo expresarse como más que un deportista. Fue en la moda donde dió rienda suelta a su extravagancia. La dimensión en donde ese pibe de Fiorito, que no tenía nada, pasó a tenerlo todo y a jugar con los colores, los estampados y las texturas. 

Los años ‘80 fueron los años del protagonismo del cuerpo. Durante esa década, el cuerpo volvió a ser el centro a través del teatro, la performance y el desfile. La moda se presentaba como una extensión de nosotros mismos, y con sus outfits Diego nos daba perfo en cada aparición que hacía en los medios de comunicación.

Tradicionalmente, cuantas más prendas de diseñador y de grandes marcas se podían mostrar, más elevado era el estatus de esa persona. Y Diego no dudó en mostrar el poder adquisitivo que le había conferido el fútbol: aritos de diamantes y joyas de oro eran otro de sus símbolos de poder. A estos accesorios, le sumó una colección de abrigos y tapados de piel —una prenda usada en los años ‘30 para denostar riqueza que fue de los ítems preferidos del Diego. Cómo olvidar cuando subió al micro de Boca Juniors con un tapado de piel de zorro de Groenlandia. La pasarela deportiva que hoy podemos ver no sólo en futbolistas sino en los grandes jugadores de NBA llegando a los partidos vestidos de Gucci o de Yves Saint Laurent, fue algo que hizo Maradona muchos años atrás.

En este espacio de libertad de expresión y representación que encontró el Diego en la moda, se produjo un efecto de democratización: el pibe de Villa Fiorito que jugaba en el potrero accedía a prendas usadas por hombres y mujeres de las más altas clases sociales. Sin embargo, si esas prendas las usaba Diego, entonces esas prendas también eran para el resto, para los que quedan por fuera de las grandes élites. Así como el arte se integra a la vida, gracias a Maradona, la moda se integró al pueblo.

Sus looks de los ‘90 responden a un contexto socioeconómico asociado a lo frívolo, a un mundo que, a raíz de la globalización, se empieza a parecer cada vez más. Diego era el estilo personal, Diego tenía ese “algo” diferenciador: todos sus outfits nos hablan de la elección individual y el valor agregado que le aportaba a cada prenda. Más allá de estar vestido con lo último en tendencia, la indumentaria por sí misma no era lo que lo ponía en el centro de la escena. Era él con su discurso social y político, era él con su pasión por el fútbol y su amor inconmensurable por la tierra que lo vio nacer. 

La moda en los ‘90 responde a una época donde existían cada vez más propuestas de consumo, pero también mayor desigualdad. Es en esta década cuando se empieza a poner el logo de las marcas cada vez más grande en el frente de las prendas como indicador de poder adquisitivo. En tal sentido, la marca era un signo de distinción de clase central y tenían la capacidad de mostrar que en esa familia existía una posibilidad de gasto excedente, ya que las personas reflejaban en ese gasto, en ese objeto simbólico, la compra de su status y de su distinción. 

Cuando elegimos una marca, elegimos un signo que comunica algo. Un ejemplo de esto es la foto de la familia Maradona para la revista D’Mode, en mayo de 1996, todos vestidos de Versace, posando bajo el título “La familia de Oro”. 

Foto: Gabriel Rocca para revista ‘D’Mode’.

Diego construía un lenguaje a través de la ropa. Con ella nos hablaba incluso de historia y revolución. Como en su periodo en Cuba, cuando sus prácticas en el vestir se asociaban a insignias del Che: gorra verde militar, habano en mano y un gran tatuaje en uno de sus brazos. Diego no temía posicionarse políticamente ni decir lo que pensaba de los sujetos del poder. Criticaba a políticos, a grandes figuras y dirigentes del fútbol. Era un rebelde y un indisciplinado, algo que claramente se reflejaba en su forma de vestir. No tengo dudas, de que “Si yo fuera Maradona…’’, también me vestiría como él. 


Rocio Renaudier Spiazzi es conurbana, Magister en Investigación e Intervención social y comunitaria por la Universidad de Málaga, y futura antrpóloga por la IDAES Universidad Nacional de San Martín.


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2 respuestas a “Diego, el fashion icon definitivo”

  1. Genia Rocio! Excelente siempre. Y el Diego Único por donde se lo mire.

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