Mi afición por la lectura es una ventaja con la que cuenta todo aquel que desea hacerme un regalo. ¿No sabés qué talle de ropa es Miranda? ¿No sabés de qué estilo es la casa? ¿No tenés tiempo para encargarte? Despreocupate. Andá a la librería más cercana y tema resuelto. El problema surge cuando la persona que regala no lee o, lo que es peor, el librero de turno no sabe recomendar. Por fortuna, esos casos suelen ser más la excepción que la regla. El cumpleaños pasado fue una prueba de ello. Los libros que recibí habían pasado por una curaduría meticulosa y crítica. 

Uno de los que más llamó mi atención fue El peligro de estar cuerda (2022) de Rosa Montero. Debo admitir que no lo conocía y cuando pensé que me iba a encontrar con una novela, me encontré con una compañera. Y no cualquiera. Una compañera de la locura. Cualquiera que haya atravesado algún trastorno mental, sabe lo solo que uno se puede sentir. Montero lo describe a la perfección: “De repente ya no perteneces a la raza humana; eres un alienígena, el único alienígena que conoces, desgajado de golpe de la piel del mundo”. 

En un momento donde los hilos de cartón del body positive desfilan en pasarelas que considerábamos obsoletas, me pregunto si lo mismo ocurre con el movimiento por la salud mental. ¿Está más aceptada la locura o es puro marketing?

La pandemia silenciosa

Se dice que la única forma de avanzar es soltando el ancla del pasado. Esta actitud fue útil en el momento en que las regulaciones por la pandemia empezaron a flexibilizarse. Fue necesario olvidarnos de los riesgos del coronavirus para animarnos a volver a salir de nuestras casas.  Fue necesario naturalizar comer afuera muertos de frío para volver a sentarnos en un restaurante. Pero pretender que “volvimos a la normalidad” solo porque ahora no usamos barbijos es tratar de tapar el sol con las manos. 

Hay todavía una pandemia silenciosa: la de los trastornos mentales. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la pandemia de COVID-19 inauguró una crisis mundial de salud mental. La depresión y ansiedad aumentó 25%. Incluso, se sugiere que este número es en realidad mayor si tenemos en cuenta que las personas prefieren no hablar de sus problemas mentales por el miedo a ser juzgados o tratados con condescendencia, como indica Sara García Espada, la consejera de Salud y Servicios Sociales de la Junta de Extremadura de España. Si lo llevamos al plano del género, Nathalie Lizeretti, doctora en psicología, explica que las encuestas no contemplan el hecho de que a los hombres les es más difícil reconocer sus afecciones emocionales y, como consecuencia, son más reticentes a pedir ayuda profesional. 

Dos años después del inicio de la pandemia,  Gabriela Irrazábal, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del CONICET, llevó a cabo un estudio para medir el impacto de la pandemia del coronavirus en la salud mental en nuestro país. Según esta investigación, casi el 50% de las personas consultadas experimentó algún trastorno de ansiedad y casi el 40% padecieron depresión. Lo que es aún más alarmante es que solo un 35% acudió a un terapeuta. Otro dato interesante se vincula con la importancia que los argentinos le dan a las problemáticas psicológicas. La mayoría de los encuestados declaró que la principal complicación que tuvieron durante la pandemia fueron las enfermedades de salud mental, mientras que el COVID-19 se ubicó en el quinto lugar. En una entrevista con El Destape (2022), Irrazábal ratificó estos hallazgos al afirmar que la pandemia puso en evidencia que la salud mental es parte de la vida de todos. “Mismo, ya previo a la pandemia, hay información a nivel mundial que señala la relevancia de las consultas por motivo de salud mental en la población general, confirmando que es uno de los aspectos de la salud de mayor incidencia de la necesidad de cuidados», agregó la licenciada Julieta Calmels, en diálogo con El Destape (2022).

¿Se habla más de salud mental?

Ignacio Roura, psicólogo español especializado en neurociencia, tomó la pandemia como una oportunidad para analizar la variedad de reacciones de las personas ante este tipo de fenómenos. En este camino encontró que, tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación, se empezó a hablar más de salud mental. Pero lo que a primera vista parecía un buen síntoma de la sociedad, en realidad era todo lo contrario. “Veía en las redes sociales y periódicos que se empezaba a patologizar todo tipo de reacción a la pandemia, como si no fuese normal. De repente nos tenemos que quedar en casa, digo que estoy triste, y de repente ya había diez mil mensajes de «no estés triste». Para mí era como: «A ver cómo te explico que se me apaga la vida»”, afirmó Roura en una entrevista que concedió a La Voz de Galicia (2023).

Roura está refiriéndose a lo que hoy se conoce como “optimismo tóxico”. Mark Manson, escritor estadounidense conocido por su libro The Subtle Art of Not Giving a F*ck (El Sútil Arte de Que No te Importe un Carajo en español, 2018), lo definió como el intento excesivo e inútil de ser optimista siempre, lo que puede llevar a la negación e invalidación de las emociones. Whitney Goodman, la psicoterapeuta estadounidense especialista en salud mental y emociones, redobla la apuesta al decir que es una imposición que exige a la persona angustiada reprimir su tristeza aun cuando ya sabemos qué pasa cuando uno pretende ocultar la suciedad bajo la alfombra. Sally Baker, terapeuta y psicóloga británica, explica que cuando escondemos las dificultades “nuestro cuerpo les sube el volumen para llamar nuestra atención sobre ese problema” (BBC Mundo, 2020). En otras palabras, somatizamos. Por otro lado, el Dr. Tayyab Rashid, profesor titular en el Centro de Ciencias del Bienestar de la Universidad de Melbourne y escritor del célebre libro Authentic happiness (Felicidad Auténtica en español, 2009), declara que negar las emociones consideradas negativas es perjudicial ya que cumplen diversas funciones adaptativas que nos permiten atravesar los desafíos que se nos presentan. 

Más allá de los obvios riesgos que estos comportamientos suponen, ¿es posible realmente vivir plenamente feliz? Rashid asegura que no. “Para ser auténticamente feliz, es necesario encontrar un cuidadoso equilibrio entre las ventajas de ver el vaso medio vacío y las ventajas de verlo medio lleno, ya que una vida utópica completamente desprovista de dolor puede que nunca sea posible. A veces las personas más felices se sienten tristes, y las más tristes tienen sus momentos de alegría. Por tanto, la auténtica felicidad no es estática, es dinámica, y el secreto reside en equilibrar sus movimientos”, certifica Rashid. 

El rol del Estado

Mientras la anarquía siga siendo una fantasía, los Estados siguen siendo los principales encargados de generar políticas públicas en pos del bienestar de la sociedad. Y Roura coincide. En una entrevista que concedió a Innova Spain (2023), el psicólogo español remarcó la necesidad de campañas de concientización que eliminen el estigma que rodea la salud mental. Asimismo, resaltó la importancia de contar con más recursos en el Sistema de Salud. Pero Roura hace una advertencia al decir que todas estas medidas sólo “serán parches si el Estado no se preocupa de que sus ciudadanos vivan una vida alejados de factores de estrés crónico”. Con esto, se refiere a la necesidad de que el Estado trabaje en mejorar las condiciones socioeconómicas en las que están inmersas las personas. 

Yendo al caso específico argentino, no podemos dejar de hablar de la Ley de Salud Mental sancionada en el 2010. Leonardo Gorbacz, psicólogo y diputado autor de la Ley, concuerda con que la salud mental está atravesada por múltiples dimensiones. Sin embargo, considera que es lógico que esta ley no tenga pretensiones totalizantes. En un artículo donde reflexiona sobre el impacto de la Ley 26.657 en nuestro país, Gorbacz destaca la continuidad y profundización del debate en instituciones de diversas áreas: “Prácticamente no hay servicio o institución donde no se haya puesto en discusión el funcionamiento del equipo interdisciplinario, los criterios de internación, los espacios de participación de usuarios y familiares, la necesidad de crear o fortalecer nuevos dispositivos”. Además, resalta la concientización a nivel federal donde los diferentes organismos de Derechos Humanos provinciales han profundizado su trabajo en el campo de la salud mental. 

En el ámbito judicial, Gorbacz recalca fallos novedosos que se dieron en el marco de la aplicación de esta ley. Algunos de ellos son los que evitan la aplicación de electro shock, ordenan revisar declaraciones de incapacidad decretadas antes de la sanción de la ley o anulan informes que no respetan la premisa de la interdisciplina, exigen externaciones en casos donde existen alternativas menos restrictivas de la libertad, admiten la representación letrada de personas internadas contra su voluntad, establecen el consenso de planes de salud mental infanto-juveniles con organizaciones de defensa de derechos. A su vez, la Procuraduría General de la Nación creó la Procuraduría contra la Violencia Institucional. 

Pero dentro de los aspectos positivos de la Ley de Salud Mental, Gorbacz lamenta que todavía no exista un mapa claro y eficaz de dispositivos de atención y rehabilitación en la comunidad. En un artículo que redactó para Tiempo Argentino el pasado 10 de octubre, fecha del Día Mundial de la Salud Mental, opinó sobre la gestión actual. “En estos 10 meses de gobierno, además del clima social generado por la violencia discursiva, Milei ha tomado medidas concretas que empeoran la situación de acceso a la salud mental, entre ellas: aumento desmedido de las cuotas de prepagas y del precio de los medicamentos (un informe del CELS habla de 200.000 personas que dieron de baja su prepaga y que los laboratorios facturaron 361% más que el mismo trimestre de 2023 a pesar de una caída del 8,5% en las ventas con recetas), cierre de la obra pública (incluyendo la sanitaria), amenaza de eliminación masiva de pensiones de discapacidad, recortes a las provincias (que son las que sostienen la casi totalidad del sistema de atención) y desfinanciamiento de las universidades que forman a los profesionales en grado y posgrado”, aseguró. 

Ante este panorama global y local, ¿qué podemos hacer el resto de los mortales? Para empezar, dejar de regalar tazas con mensajes sacados de una telenovela de Cris Morena y por el contrario, validar los aspectos adversos del día a día. En este sentido, la próxima vez que un amigo o familiar se te acerque diciendo que no se puede levantar de la cama, no le sugieras salir a caminar como si la depresión fuese sinónimo de vagancia. Y por sobretodo, no lo hagas cargo de su padecimiento al decirle que es todo una cuestión de actitud. No solo porque no somos Fito Paez, sino porque los trastornos mentales dependen de muchos otros factores que no son la voluntad del individuo que los atraviesa. En pocas palabras, trabajemos más en la empatía y menos en la negación que los influencers recibidos de nada nos pretenden imponer. 

Miranda Scian es Licenciada en Ciencia Política de la Universidad Torcuato Di Tella donde también dictó clases. Escribe para Noticias Urbanas y acaba de lanzar el newsletter No Hay Con Quien Hablar, junto al escritor argentino Martín Kunik. 


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