En la coda de un 2024 difícil, donde la incertidumbre va camino a convertirse en un modus vivendi, el corazón de Beatriz Sarlo se apagó a los 82 años. Una de las intelectuales más destacadas de la historia argentina, quien marcó a fuego nuestra cultura a fuerza no sólo de su magnífica obra crítica y ensayística sino también con un particular estilo de la polémica, en la arena pública. Martín Caparrós puso por escrito el sentir de unos cuantos: es el fin de una época.

Dejó atrás una estela de homenajes: espontáneos de redes sociales, presenciales en su sepelio y artículos en la prensa gráfica —arena en la cual descolló como pocos— con profusos artículos que exponían elogios más que merecidos a su trayectoria, su modo de ser, pensar y escribir. Varios enfatizaron en una manera de enseñar que trasciende las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires donde enseñó por más de dos décadas. Incluso va más allá de su prosa que supo empuñar con la bravura de un orillero. El catedrático Alejandro Virue habló en la revista Letras Libres de una “juventud permanente”.
Hay un impulso, una fibra, que llevó a Sarlo del programa televisivo emblema del kirchnerismo 678, que nos legaría su famoso “Conmigo no, Barone”, al streaming Gelatina con Pedro Rosemblat. De las marchas y sus viajes en transporte público pasando por la Revista de Cine de su querido Rafael Filipelli. De un mano a mano con Alejandro Fantino a una extensa charla de hora y media con Tomás Rebord en su Método. ¿Qué les resuena a aquellos que conocieron a Beatriz Sarlo más por sus intervenciones en la televisión o por sus columnas en portales web que por la revista Punto de Vista? ¿Cómo impacta en ellos una figura tan forjada en el siglo XX pero que no por ello dejó de observar con atención el siglo XXI?
Por supuesto que su principal legado se encuentra cristalizado en sus libros, ensayos y artículos. Muchos millennials llegaron a Sarlo primero por sus columnas de opinión en Perfil o sus crónicas de revista Viva. Pero también varios se encontraron con fragmentos fotocopiados de su obra en las universidades. En Letras, donde fue una pieza clave junto a David Viñas y Enrique Pezzoni de la refundación de la Carrera postdictadura, su huella es insoslayable. Martín Kohan y Sylvia Saítta, heredera de su cátedra de Literatura Argentina II y curadora del notable libro editado por Siglo XXI que recopila sus clases, son algunos de sus continuadores. Pero también en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, más precisamente en la carrera de Ciencias de la Comunicación, también se hallan varios discípulos y continuadores de su obra. Allí se siente el peso de Aníbal Ford, con quien trabajó en el Centro Editor de América Latina, o Pablo Alabarces, uno de sus más entrañables alumnos.

Su principal aporte tenía que ver con las lecturas cruzadas y su peculiar modo de ensayar. Sarlo partía, tal como se titularán sus memorias de pronta aparición, del No entender. Allí se entrelazaba un cúmulo de fuentes con un robusto modo de argumentación. Algo que comenzó a desarrollar con tesón en las revistas durante las décadas del sesenta y setenta en adelante sería aprovechado con devoción por docentes y estudiantes de las generaciones venideras: autores como Raymond Williams, Walter Benjamin, Pierre Bourdieu o Roland Barthes, a quienes había divulgado con fruición y prestancia desde las páginas de sus publicaciones, hoy día son canónicos en casi cualquier carrera humanística y son leídos desde la más absoluta devoción.
Ella no tenía ningún prurito (aunque tiempo después se arrepentiría de haber eliminado gran parte de las lenguas clásicas del plan de estudios de Letras) en indagar en los intersticios entre teoría literaria y análisis cultural. En el cruce y la hibridación radica su potencia. Allí es donde Sarlo nos invita a seguir profundizando.
Un segundo aspecto de su obra tiene que ver con los medios de comunicación. Si bien muchos la definen, entre otras cosas, como periodista, ella iba mucho más allá de dicho oficio, que siempre se encargaba de analizar desde el mayor de los respetos y valoraba muchísimo su rol en la sociedad (sobre todo la gráfica). Muchos jóvenes descubrieron a Sarlo en la televisión y tal vez otros tantos la estén descubriendo gracias al streaming. Sus intervenciones mediáticas recientes en dichas plataformas. Le interesaba ocupar esos espacios. Para ella también eran contextos donde valía la pena dar la batalla de las ideas.
En una de sus últimas entrevistas públicas, en el streaming Gelatina, dejó una frase resonando acerca de estos tiempos que se viralizó en la red social X: “ distinguirse como interlocutor cultural en un momento donde todo es pluralismo estético… A los chicos se les enseña que la pelea es algo que debe evitarse a toda costa. Yo diría: hay que ver con qué reglas se realiza una pelea. Una discusión estética, intelectual, económica es importante. ¿Cómo se llega a acuerdos, sino?”.

En la misma entrevista se expresa sobre los modos de leer en estos tiempos digitales, la pérdida de concentración, la posibilidad de que la cultura contemporánea piense algo nuevo, la distancia crítica necesaria para reflexionar sobre la actualidad y arroja una sentencia que suena corajuda en tiempos vintage: “La nostalgia es un sentimiento que desconozco”. Su mirada siempre estaba puesta en el futuro. Su manera de ser y estar tenía que ver con la huída hacia adelante pero bajo una fuerte vigilancia epistemológica.

Quizás por ese ímpetu por pensar para entender también intervino en debates trascendentales de la cultura reciente. Se pronunció a favor del derecho al aborto legal, seguro y gratuito y se fotografió con el pañuelo verde siendo poseedora de un antecedente más que potente: en 1997, en un dossier de la revista Tres Puntos que fue recordado por estos días, escribió: “Aborté cuatro veces. (…) ¿Por qué hago entonces una declaración pública de algo que es definitivamente privado? (…) Ello sucede precisamente porque la legislación que prohíbe el aborto incursiona en decisiones privadas, anulando la separación entre privado y público que sostiene el tipo de sociedad en la cual deseo vivir”. Un fragmento de este texto aparece en Preciosas mayúsculas, antología recientemente publicada por Julián Gorodischer en Ediciones HD.
También intervino en el debate sobre el lenguaje inclusivo resaltando la mutabilidad de la lengua. Debatió con el lingüista Santiago Kalinowski en la Feria de Editores 2019 y dicha charla se materializó en el libro La lengua en disputa publicado por Godot.
Las nuevas generaciones también reciben de Sarlo un interés por la tecnología y las TICs. “Compré mi primera Toshiba portátil en enero de 1989” cuenta en La intimidad pública, uno de sus últimos libros dedicado a las redes sociales y la mediatización, tema que la obsesionó casi desde sus orígenes.
En Tiempo presente, compendio de ensayos publicado en 2001, publicaba, atravesada por el cambio de siglo y la crisis económica, social y política que ponía al país patas arriba: “El nuevo milenio se abre sobre esta contradicción entre un tiempo acelerado que impide el transcurrir del presente, y una memoria que busca dar solidez a ese presente fulminante que desaparece comiéndose a sí mismo”.

Sarlo corrió esta carrera despiadada contra el tiempo y la velocidad hasta el último de sus días, en todos los ámbitos. En la crítica literaria, terreno donde brilló, lo prueba Ficciones argentinas (Mardulce, 2012), 33 ensayos breves de autores contemporáneos, la mayoría de ellos jóvenes que tiempo después se consagraron, como Mariana Enríquez, Selva Almada o Felix Bruzzone, entre otros. En Las dos torres, último libro de ensayos que publicó en vida, se lee: “Escribo porque quiero saber cómo es eso que estoy pensando y que no lograré saber si no lo escribo. Se piensa porque se escribe. La fórmula tiene su ironía”.
Pablo Díaz Marenghi es Licenciado, Profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA) y Maestrando en Periodismo Narrativo (UNSAM). Trabaja como docente en Nivel Medio y Universitario, colabora en diferentes medios gráficos como Revista Ñ, la sección Cultura de Clarín, La Agenda, entre otros.






Deja un comentario