Se escuchó un tiro. Y todos salimos al patio a ver. Y no era nada. Las palomas llenaron el cielo, revoloteaban. Las vimos volar entre la red, el entramado. De pie en el patio, los viejos y nosotras mirando al cielo.

—A lo mejor son los fuegos —dijo Elvira.

Y Marta asintió con las manos sobre su falda. Adela tiró la taza sin dejar de temblar, y tuve que volver a las tareas. Adrián, que me echa el ojo desde el primer día, me ganó de mano y limpió con gusto sonriente para que yo pueda seguir mirando el cielo un rato más.

—Wenzi, wenzi —dijo Mario que sólo aquello sabe decir, mientras dio giro a sus ruedas y avanzó en la silla para seguir en la tarea sacayuyos de todos los días.

Parecía una tarde especial, por el cielo, y el tiro ese que algo nos vino a anunciar. Sandra apareció de la nada y nos reprendió un poco a todas que quedamos papando moscas. Volví a lavar los platos pero quedé mareada. Me desmayé con la esponja en la mano, y no la solté en todo el viaje hasta que llegué al hospital. Ahora me atienden a mí, y se me hace raro. No sé que bicho me picó. O será un embarazo. Ya me dirán. Ese Adrián. Capaz me embarazó en el jardín.

*

A la mañana temprano me traen desayuno con gelatina. La como sin chistar porque sé que es como comer huesos, como los perros, y hace bien. Adrián vino a traerme yogur. No hacía falta, pero es un gesto, así que también lo comí. Casi me hago encima de tanta cosa, más los huevos que son proteína, y yo que voy escuchando y haciendo caso me como todo. En dos pasos llegué al baño y ya estaba toda cagada. Una vergüenza. Adrián dijo que no era nada. Que él no olió. Y hasta hizo un chiste, dijo que me iba a poner un pañal como a los viejos. Me hizo reir y pasar el mal momento. Me lavé y me cambié. Y me dijo que el camisón ese me quedaba todavía mejor. Me parece que está medio enamorado de mí. Yo lo dejo, mal no hace. A la tarde vino mi suegra y dijo que Hernán no pudo venir porque andaba de acá para allá con el remis. Y a la noche le recé a la virgen para que se llevé al bebé, que me lo saque.

*

Ya estoy en casa. Hernán no se da cuenta de nada. Ni le dije yo pero la vieja le cantó todo junto. Yo me hago como que sí, pero ni bien pueda me lo hago sacar con Marisol. Mis primas vinieron con todas las criaturas por si tenía alguna duda y Adrián llamó tres perdidas. Me tuve que meter al baño a atender. Le dije que yo también lo quería. Si total…

Me quedé toda la tarde convaleciente en el jardín. Exagero, una vez que puedo… Me tomé como dos termos de mate con facturas de la panadería de las primas. Vigilante, fraile, pastelera. Casi me hago encima de nuevo. Pero no. A la noche Hernán vino en pedo y me quiso tocar toda. Lo dejé porque me sentía mejor y él
sabe, quedo como una perra floja toda tirada para que me dé. Y por un rato todo sabe dulce y a metal. Gordo bruto. No lo dejo terminar. Si total está tan borracho que se queda dormido con la bragueta abierta y el pito todo dormido como él.

*

—¿Adrián? Soy yo, Jeny. ¿Estás despierto? Te quería hablar. Si te molesto te llamo en otro momento. Ah, estás de guardia. Mejor. Sí, estoy mejor. Más tranquila. El médico dijo que me descompensé. Estoy embarazada. Ya sé. A mí se me hace que
es tuyo. Sí. Pero me lo voy a sacar.

No tenía cómo saber que semejante oso tirado podía levantarse y oír. Me agarró todo el pelo de la nuca y revoleé el teléfono al inodoro. No pudo ver que era Adrián pero el teléfono no sirvió más y mi cara por una semana tampoco. Me pasó como una lija la cara por la pared del cuarto. Y me pegó tan fuerte que pensé que lo iba a perder por los golpes. Y el idiota que lo quiere tener. Yo ya hablé con Marisol, le dije. Y ahí me fulminó.

Cuando abrí los ojos estaba otra vez en el jardín. Ya estaba amaneciendo y la perra por piedad se me pegaba a los pies. Me lamió toda la sagre la buenuda. Es un ángel. Le pusieron Daisy, pero yo le hubiera puesto Luján o Guadalupe. Un nombre de
virgen le hubiera puesto yo. Recé hasta que el sol se levantó del todo y me fui para adentro a acostar. Me despertó la vieja de mierda que siempre aparece para defenderlo. A las lágrimas me dijo que el nieto, el nitecito. Vieja fea. Que te coman pronto los bichos.

*

En el geriátrico todos preguntaron por mí. Adrián se hizo que no sabía nada, pero Sandra le informó todo a las chicas. Las viejas estaban todas melosas, me trataron mejor que nunca, ni me hicieron renegar. Adela no me dejó de abrazar, y Marta me
dijo: Nena, no te vuelvas a perder. Y me hizo pensar.

En la cocina las chicas no lo podían creer, y Susana vino otra vez con el cuento de los chicos. Le dije que no, tan fuerte, que la asusté. Al toque llegó Sandra y ya no pudimos hablar más. Pero sirviendo, entre las mesas, nos dijimos unas cosas más.
Gisela me entiende, dice que ella no quiere tampoco. Todas las otras casi más me hacen la cruz. Marta tiró cien veces la taza y más tarde tuvo una convulsión, hubo que llamar a la ambulancia y otra vez me hizo acordar a todo lo que pasó. Adrián no apareció. Y cuando volví a casa, Hernán tampoco. Mejor. Me acosté en la cama con Daisy y recé hasta la dos. Después me dormí. Mañana la llamo a Marisol.

*

—Marisol, soy Jeny. Del Barrio Jardín. ¿Cómo estás? Bien, bien por suerte. Te llamo desde el fijo porque el celular se me ahogó, ando sin—Sí, ¿cuándo te puedo ir a ver? Bueno. Vos decime, yo el franco esta semana lo tengo el domingo. Y bueno, entonces no. ¿Qué otro día? Está bien. Sí, yo me arreglo, dejá. Hay sí, un poco de urgencia hay. Hacemos así entonces, gracias. Cariños, sí. Hasta el martes.

—Adrián, soy yo, Jeny. Sí, es que te estoy llamando del fijo porque el otro se me rompió. Le pedí a Sandra tu número porque no te vi más por allá y te quería pedir un favor. ¿Cómo? Pero ¿qué pasó? ¿Y por qué? ¿Pero vos le pegaste? Uy, no, qué lío.
Bueno, sí, bueno. Tomemos un café.

*

El bar era una miniatura, La flor de Barracas, pero cuando pedí ir al baño era inmenso. Y estaba sentado ahí atrás. Me parecía raro que tardara tanto. No lo había visto. Pedimos tostado y yo un pomelo. El otro se reía. A mí no me gusta el café, pero como se dice así… Él tomó dos latitas y a la tercera ya terminamos en el auto de él que tiene un olor terrible, no sé si a nafta, pero me quedó en la ropa y al final me gustó. No la lavé. Me dejó a unas cuadras por las dudas, y cuando llegué igual no estaba. Me bañé tranquila y me desenredé, y ahí llegó. Me quiso agarrar pero le
dije que no. No hablamos más del tema pero era tarde. Comí como cinco porciones de pizza que trajo él de sobra, y tomé leche antes de acostar. Casi no me puedo despertar. Corrí pero llegué tarde igual. Sandra me dijo de todo. Le dije que sí y que
la calle era un lío, que perdón. Me la cobró todo el día. Pero pasó. Nos tocó la guardia juntas y me comí como un kilo de pancitos. Se dio cuenta. Me dijo estás encinta. Qué palabra…me hice la que no entendí. Marta un infierno. Parece que se va a morir. De Adrián ni pregunté, pero las chicas de tarde me contaron igual. Que se trenzó con Mario que no lo dejaba pasar con la silla en el pasillo, le trababa el paso y lo hizo provocar. Le dijo algo del Paraguay y ahí Adrián se encegueció. Cada una tenía su versión. Adrián me contó otra cosa. Que el viejo le levantó la mano y él
lo sentó. Pero Susana estaba convencido que el Adrián era un Judas y que la Sandra no tuvo otra opción. Gisela dijo que la culpa era del viejo y que era una injusticia que lo echen. Sandra entró y por un segundo no la escuchó. Lo único que faltaba.
Trapeamos todo de los nervios y no se habló más del tema. La Marta mejoró pero ahora la que empeoró fue Adela. Parece que se va a morir.

*

Entraron tres viejas nuevas de golpe. No sé cómo nos vamos a arreglar. Sandra dice que hay que hacer un esfuerzo y que mejor que ingrese más gente que egrese personal. Y me pareció que decía bien, así que no dije ni mu. Preparamos tres piezas con las camas ya medio pegadas pobres viejas, pero van a estar bien. Cómo la quiero a la Marta. Tiembla como una hoja, al descuido hoy casi se me cae moviendo los muebles de lugar. No paró de repetir la palabra hazaña, vaya Dios a saber por qué. Esto es una hazaña decía, mientras tendíamos las camas.

Las nuevas se llaman Ernestina, María y Begoña. El último nombre jamás lo escuché. Lo tuve que preguntar dos veces por si era el apellido, y no. Era el nombre. Es muy muy chiquita y flaquita, parece que se está por quebrar, y buena. Ya veremos. A veces son las peores. Ernestina no habla y es inquieta, y María es
normal. Ni se entiende qué hace acá. Pero a veces las dejan. Las camas quedaron bien, y ni cuenta se dieron las demás. Salvo Adela que mejoró y se queja, cuanto mejor está más se queja, es una buena señal. Hoy no comí casi nada, así que capaz a
la noche me agarre el hambre. Debe ser que mañana ya la veo a la Marisol.

Sol Titiunik es actriz, dramaturga, directora teatral y directora cinematográfica (FUC, Argentina). También es Magister en Pensamiento y Creación Contemporánea (ESADCYL, España). 


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