En Sobre la fotografía, ensayos reunidos en 1977 tras su publicación en The New York Review of Books, Susan Sontag explora límites y barreras para constatar que las imágenes fotográficas no sólo redimensionan nuestra forma de mirar sino que constituyen una gramática propia y hacen del fotógrafo un «héroe moderno». Lucas García Molinari viajó a las Islas Malvinas en el mes de mayo de 2017 para hacer frente a un interés de saber que excede a ese binomio presuntamente indisoluble conformado por la fotografía y el turismo que, de hecho, es quebrado en las puertas de la aduana con el peso del pasaporte azul. El visitante argentino de las islas no es nunca ―únicamente― un turista, un sujeto enganchado a esa cadena donde la realidad es conformada apenas por una secuencia de consumos. Un argentino en Malvinas es un expedicionario, que observa y reconoce el terreno, y que convierte su cámara en brújula y cada foto en un documento de la historia, sin demoras en la estetización banal. Un argentino en Malvinas es más argentino que en cualquier otro punto del mundo.

Esquirlas: viaje a la Argentina ocupada es un ensayo fotográfico que, desde el título, se atreve a invertir posiciones. García Molinari desplaza la extranjeridad hacia el lado de quienes ocupan en efecto las islas y, como lo hace Carlos Godoy desde la literatura con la triada compuesta por La Construcción, La Limpieza y La fe de los pasajeros, presenta el territorio como hecho político.

En esta dirección, se ponen en pugna los sentidos de pertenencia (del habitar) y los actos de apropiación (del ocupar) que se reflejan en la experiencia fotográfica del autor. Si, como lo sugiere Pablo Nacach en Ver y Maquinar. La emergencia de una nueva sensibilidad, “lo mirado existe cuando a lo visto se le inocula atención, deseo, voluntad”, entonces Esquirlas puede pensarse como la documentación de una sensibilidad responsable con su soberanía.

Por tales motivos, es probable que el frente de una casa adornado con enanos de jardín, inocentes y coloridos, en posturas torpes y despreocupadas, no generen en nosotros algo demasiado distante de la angustia. ¿Qué representan esas figuras de yeso desparramadas en ese césped ? ¿Qué nos sugieren esas manos en alto y esas sonrisas detenidas en el tiempo y a la intemperie? ¿Qué lugar queda para la ornamentación ―como típico gesto de consumación hogareña― en un espacio signado por la toma colonial del territorio y la guerra? Es posible que para Kay McCullum, dueña del jardín de la casa donde se hospedó el fotógrafo en Puerto Argentino, no exista en esas figuras ningún tipo de afectación moral. El observador es el portador de una conciencia política determinada por la historia ―una memoria. Y es la fotografía la que la estimula, la revive, la suscita.

En las fotografías de Lucas García Molinari el silencio se oye más fuerte que las voces y las murmuraciones de esa parte ocupada de la Argentina. Y es ese aire intrépido el que carga con la provocación y que invita a una lectura subversiva de aquello que nos es mostrado. La imagen de un viejo “Coach tea room” con la leyenda “Falkland Islands” abandonada a la vera del camino, tomada en Kiel Canal Road en Puerto Argentino, y las cocinas de guerra argentinas, pertenecientes al Batallón de Infantería de Marina Nº5, fotografiadas en el Monte Tumbledown, dan cuenta de lo que hoy no es pero que, alguna vez, ha sido, poniendo en tensión el par uso/abandono.

Así, la apropiación del fotógrafo no se limita a la imagen sino que atraviesa la dimensión del tiempo, como una cuarta pared donde el óxido y las huellas que todavía resisten su lectura ―como la inscripción POW, siglas de prisoners of war, sobre las chapas negras de un galpón en Pradera del Ganso ― aparecen para subrayar un pasado, todavía presente, difícil de tramitar. Como forma artística de masas, el ensayo fotográfico de Esquirlas parece darle la razón a Susan Sontag cuando sentencia que la fotografía es un arte elegíaco que se disputa de forma constante entre el embellecimiento y la veracidad del mundo.

Paula Puebla es autora de Una vida en presenteMaldita tu eres y coautora, junto a Julia Kornberg, de Diario de un tiempo mesiánico (17 grises). También escribió El cuerpo es quien recuerda (Tusquets). Dicta talleres de narrativa, colabora en medios diversos y, en compañía de Victoria Sosa Corrales, es CEO de Vayaina Mag.


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