Los nuevos clasificados virtuales son interactivos

Cuando quieras amigos o entretenimiento, las redes sociales tienen una respuesta. Cuando quieras buscar trabajo, también. Pero yo, lo que es yo, jamás quedo más agotada emocionalmente que cuando me toca pasar tiempo en el feed de LinkedIn. Tengo una profesión liberal, soy traductora pública y usuaria activa de esta red para buscar nuevos clientes y mantener una cartera saludable. La seguidilla de logros (y comentarios de felicitación), certificados de participación (y comentarios de felicitación), recomendaciones (y agradecimientos por un material tan útil) y disertaciones expertas (y agradecimientos por una opinión tan útil), a muchas personas nos resulta ficticio.

Sin embargo, para quienes somos profesionales autónomos, esta red es estratégica, más aún si queremos conectar con clientes en el exterior. Por unos pocos dolaritos, o incluso gratis, desde LinkedIn podemos comunicarnos con nuestros clientes ideales, con responsables de compras en organismos intergubernamentales o colegas de todo el mundo. Saber acerca de las tendencias laborales en distintas industrias, postularnos para vacantes y también enterarnos si nuestros puntos de contacto en una empresa a la que le brindamos servicios se fueron a trabajar a otro lado.

Entonces, si tenemos en cuenta que estamos ante un cambio de paradigma en el modo de trabajo, si es imposible entrar a un café en la Ciudad de Buenos Aires sin cruzarnos con alguien en una videollamada de trabajo o concentrado con su notebook en la mesa, si la mitad de las y los trabajadores activos en la Argentina no tenemos una relación de empleo tradicional, quizás vale la pena pensar un poco en la red en la que más de diez millones de argentinos —un número que se replica de un modo parecido en países de la región— se conectan con otras personas con fines laborales y qué relación tenemos con esa red.

Nadar en los mares de ventas de LinkedIn

Pensamos mucho en redes sociales, en plataformas, y otro tanto en economía digital y el trabajo de hoy día, pero la única red social sobre trabajo que existe suele aparecer en cuarto o quinto lugar, a mero título enumerativo, cuando no queda fuera de la conversación. Lo curioso es que LinkedIn es la única plataforma de redes sociales conocida por la mayoría de profesionales para conseguir trabajo y generar redes. Y que el trabajo es gran parte de lo que hacemos durante el día, y cada vez con mayor carga horaria y en mayor volumen. Al mismo tiempo, los nombres de los creadores de LinkedIn no están en boca de la gente. Si le pregunto a mi mamá quiénes son Mark Zuckerberg o Elon Musk, capaz que al menos le suenan de nombre. Pero internet dice que en 2003, Reid Hoffman y Eric Ly —otra vez chabones, para sorpresa de nadie, se tenía que decir y se dijo, en fin, me concentro en el punto— crearon esta plataforma que desde 2016 es de propiedad de Microsoft. Hoffman y Ly la vendieron por 26.2 mil millones de dólares y hoy cotiza a casi 200 dólares la acción.

LinkedIn funciona de distintas formas. Hay quienes tienen ahí su perfil como un CV en línea, lo actualizan de vez en cuando, y a otra cosa. Después, están quienes también lo usan como red social para hacer publicaciones de cualquier tipo: avisar que terminaron una formación o que asistieron a un evento profesional para demostrar su desarrollo profesional continuo; quienes reformulan desde artículos hasta entradas de glosarios para comunicar conocimiento; hasta las cosas más extrañas, como poner fotos de sus gatos o avisar de un cambio de estado civil y disponibilidad no solo para trabajar, sino también para encontrar pareja. Todo vale por el contenido y en LinkedIn también. Una estación más allá está el uso pago: por un costo relativamente bajo se puede acceder a Sales Navigator, que parece una plataforma distinta. Allí podemos ver lo que realmente queremos ver en LinkedIn, sin mayores distracciones: quiénes están contratando gente y quiénes podrían ser personas de interés. Es posible hacer listas con posibles clientes, tomar notas, ver la información de otro modo para pensar estrategias de contenido y abordaje. Las chances de escribirle a alguien que realmente le interesa lo que hago aumentan y yo ahí sí que me siento como pez en el agua, nadando en los mares de ventas de LinkedIn.

Sin embargo, tras romper la ola del uso básico, también nos encontramos con un océano de gurús y expertos en qué hacer para vender tus servicios profesionales en LinkedIn. En cualquier congreso profesional puede aparecer algún disertante que nos advierta que no estamos sacando suficiente provecho a la herramienta. Las prescripciones de los expertos son más o menos las mismas: tenemos que completar todos los campos de la plantilla, tenemos que tener una marca personal, nos tenemos que diferenciar. Debemos sobresalir entre la multitud y ser más productivas. Debemos publicar en el feed de la red tanto como podamos, no importa el contenido, hasta podemos hacer que chatGPT nos invente algo y listo, pero no olvidemos poner una imagen. Debemos marketearnos. En Top voices te explican cómo usar el poder de atracción en LinkedIn. En algunos casos, al finalizar la charla, el podcast o el artículo nos enteramos que todo eso, que capaz ni siquiera tenemos hecho, encima, es lo básico, y que para aprovechar en serio la herramienta hay que comprarle un manual en PDF al gurú.

Porque parecería ser que hoy el cuerpo dejó de ser fuerza de trabajo para ser marca, a abrirle paso a nuestro yo digital laboral.

Desempleadas desesperadas

LinkedIn tiene varias funciones como plataforma específica para buscar trabajo. Entre ellas están los “aros”: cada quien puede usar su foto de perfil sin más o bien sumar un aro para indicar que está entrevistando personas para un puesto vacante (“#Hiring”), u otro para hacer notar que está buscando trabajo (“#OpenToWork”). Hace un tiempo, una diseñadora que no encontraba trabajo agregó un aro falso a su foto que decía “#Desesperada”. Más allá de su sarcasmo, el aroma a desesperación, en algunos casos, es penetrante. En ciertos sectores, los avances tecnológicos y la recesión económica generan despidos masivos. Por ese motivo, muchos señalan que nadie debería sentir vergüenza de buscar trabajo.

En su libro La era del individuo tirano, Éric Sadin, al analizar las redes sociales, tiene apartados dedicados a Facebook, Twitter e Instagram, mientras que LinkedIn quedó fuera de su reflexión. Te entendemos, Éric. Un poco es un embole. Se suele pensar que el ámbito corporativo queda fuera del ámbito social, pero el modo en el que hoy trabajamos exige pensar LinkedIn con más cercanía, porque las emociones que la red despierta en sus usuarios pueden ser perjudiciales cuando no entendemos sus motivos u orígenes, y nos limitamos simplemente a ocultarlas porque it’s not personal, it’s business

No obstante, cuando nos comparamos con otras personas, en la soledad que habitamos entre nuestro cuerpo encorvado y la pantalla, cuando nadie más nos ve, podemos sentir envidia. Cuando no tenemos trabajo y vemos cómo las demás están llegando donde nosotras no podemos sentimos ansiedad, preocupación, miedo. Cuando estamos sobreexigidas por un cliente demandante, hacemos intentos por cambiar de perfil y no llegamos a nuestro trabajo ideal, podemos sentir confusión, decepción o rechazo. Aunque podamos filtrar el contenido o aplicar alguna estrategia que incluso a veces la propia red nos ofrece, en esos momentos, la única solución parece estar en, simplemente, dejar la red e irnos a caminar, estar en contacto con la naturaleza… oh, si pudiésemos soltar el celu. Solo un sueño.

¿Hay formas de imaginar un futuro del trabajo amable en la economía de plataformas?

Spoiler: no tengo respuestas y me controlé en no sumar más preguntas. Sí sostengo que lo peor de todo es pensar que solo nosotras abrigamos estas sensaciones mientras las demás cosechan los frutos del éxito. No, mi ciela. Hay autores que te pueden explicar por qué hoy internalizamos fuerzas sociales reactivas al sistema en que vivimos al punto de experimentarlas como creaciones individuales, pero básicamente: no te creas tan única.

En la nota sobre la serie Envidiosa que escribió Florencia Angilletta y se publicó en Anfibia, leí que la envidia es la peor literatura del yo. Pienso en todas aquellas cuya prioridad no es ser flacas, ni rubias, ni influencers, ni sueñan con ser herederas —o sí, pero termina ganando la racionalidad de lo posible. Los gurús de LinkedIn nos dicen que no tenemos que ser iguales al resto y Angilletta nos dice que la envidia es, en buena medida, el reino de la diferencia. Quizás en este baile el mayor anhelo es un trabajo que nos permita atravesar las dificultades de la vida con una preocupación menos y transitar en el más bajo porcentaje del día la incomodidad de “vendernos” artificialmente. Quizás, en esa ambición, no odiamos LinkedIn sino las modalidades actuales de trabajo. Y quizás, por último, queremos imaginar un devenir amable al pensar en el futuro del trabajo.

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Lía Díaz es Traductora Pública en idioma inglés por la UBA y usuaria de LinkedIn desde 2009. Encabeza un equipo de traducción e interpretación donde trabaja para organismos y entidades internacionales. Disfruta pensar formas sensibles y efectivas de comunicar ideas.


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