Georgina Orellano es Secretaria General Nacional de AMMAR, Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, el sindicato de trabajadoras sexuales que en 2025 cumplió 30 años. También es militante por los derechos humanos y los derechos laborales de las trabajadoras sexuales. La entrevistó Diego Genoud en Fuera de Tiempo, programa radial de los miércoles a las 20 hs en Radio con Vos, sobre las formas del trabajo precario, la juventud y la distancia peligrosa de la política con el pueblo argentino.

El 26 de octubre a la noche, después de la elección, compartiste en tus redes sociales un análisis. Proponías dar los debates incómodos que, en pos de una falsa unidad, no se dieron. Mencionabas que el peronismo dejó, hace rato, de hablarle a los nuevos sujetos sociales. Los enojados, los rotos, los precarios que están fuera del sistema y del tejido social. ¿Por qué el peronismo no puede conectar con esos sectores?

Creo que estamos en otra época, estamos viviendo en otra sociedad y hay cierto lenguaje, ciertas ideas y reivindicaciones que el peronismo ha tenido históricamente como parte de sus banderas, que quedan distantes. De la realidad que atravesamos hoy por hoy, de los deseos que tienen las personas. No estamos hablando solo de trabajo informal, estamos hablando de otro grado de conflictividad que aparece en los sectores populares. Que es consecuencia de la informalidad pero también es una consecuencia de la falta de políticas públicas, de la precariedad, del hambre, de la desesperación de poder hacer plata con lo que se pueda, con lo que se tenga al alcance. Eso desencadena conflictos que nosotras vemos, aparecen cuando llegan a nuestra organización. También nos preguntamos por lo que pasaría si ese compañero o esa compañera que nos trae ese conflicto a nosotras para que le demos una mano, fuera a una ventanilla del Estado. ¿Cuál sería la respuesta? Y también nos damos cuenta justamente por qué no va a una ventanilla del Estado. Porque va a infantilizar las voces de esa compañera, la van a judicializar, van a dar una intervención al derecho penal con una denuncia. Muchas veces no es eso lo que necesita un compañero o una compañera para dirimir un conflicto que tiene en el barrio con otro vecino o vecina, que tiene que ver con el dinero y su circulación. Eso agrava la situación.

Hay dos problemas que, de manera permanente, nos llegan a la organización. Una tiene que ver con el narcomenudeo y otra tiene que ver con los prestamistas. En los dos casos, de un lado y del otro hay gente pobre. ¿Cómo se dirimen los conflictos? Con peleas, con amenazas. Y la policía siempre está en el medio viendo qué tajada llevarse. Siempre se lleva una parte. O dinero, o poder para poner orden y control punitivo en los barrios, para que se les tenga que rendir cuenta.

¿Esto es en la Ciudad de Buenos Aires o más allá?

Estamos hablando de la Ciudad pero también estamos hablando del Conurbano. La cuestión de los prestamistas aparece en la Ciudad de Buenos Aires pero también en el Conurbano. El narcomenudeo lo mismo. Por ahí en la ciudad se da el pasamanos en la calle y en el Conurbano, la venta de estupefacientes por ahí se da más en las casillas, en las casas precarias, en las viviendas de las personas. Lo que termina generando un conflicto porque lo tenés permanentemente dentro de la casa de la persona que se armó esa estrategia de supervivencia.

Las familias están endeudadas, desesperadas, y recurren a prestamistas a tasas usurarias…

Antes, quien cubría ese rol del prestamista eran casas como Efectivo Sí, a las que podías ir, mostrar inclusive tu programa social, la AUH, el Potenciar Trabajo, tu recibo de jubilación, tu mínimo ingreso, y te daban dinero. Sabían que de algún modo lo podías devolver. Hoy eso no está, porque hay muchas personas que ya ni siquiera tienen ese colchón que antes tenían de políticas sociales y contenían esa realidad, esa precariedad. Estos ya no van más a esas casitas porque no tienen cómo demostrar que tienen ingresos. Ese rol lo suplantaron otras personas que construyeron jerarquías en los barrios. Son personas pobres que, quizás, cobraron una indemnización o tienen un almacén. No estamos hablando de préstamos de mucho dinero, estamos hablando de 200 mil, 400 mil o 600 mil pesos que, con los intereses,generan una deuda imposible de pagar. Hay un montón de compañeros y compañeras que se endeudan para comer y pagar deudas de luz, de internet, de Natura. Una compañera vino con una deuda en Natura que no pudo pagar, pidió un préstamo y no pudo pagarlo por los intereses. La fueron a amenazar y tuvo que entregar el televisor como un modo de pago. Cuando se habla de deuda, no se habla de la que tenés en Mercado Pago o en la tarjeta de crédito: eso es de clase media. Acá se trata de otro sujeto más roto, más abajo. Suceden otras cosas ahí.

Guillermo Carrión / AGM

Te escuchaba en una charla con Pedro Rosemblat en Gelatina, y decías que el Estado se retiró de la vida de los pibes y ese enojo, que debería haber escuchado el peronismo, solo lo registró y lo capitalizó Milei. ¿Es la dirigencia del peronismo la que está lejos de su propia base o hay una crisis que se extiende también a la militancia, a los que votan al peronismo y son de clase media y no conocen esa realidad? ¿Dónde está esa dificultad para entender el enojo?

Creo que está en no poder representar al sujeto actual. El sábado pasado estuvimos en un encuentro de salud en Olavarría, en la Provincia de Buenos Aires, y había funcionarios y también compañeros que tienen trabajos territoriales, ¿no? Se habilitó una discusión ahí. Una compañera le dijo a los funcionarios que con ellos estaba todo bien, que le hacían una carpetita hermosa, con palabras lindas y dibujitos muy hermosos, con tecnicismos muy fáciles de interpretar. Les dijo que el manual era perfecto. Pero en el barrio eso no se puede usar porque en el barrio pasa otra cosa. Los pibes estan con apuestas online. Hay un alto consumo problemático, los pibes se están dando un pipazo y a las pibas no les interesa hablar de la Educación Sexual Integral porque están viendo el tema del Cafecito, el tema de vender contenido en Only Fans, de hacerse las uñas y inyectarse los labios para tenerlos como se usan hoy porque es un deseo de ellas. El pibe quiere tener dinero para comprarse una moto, para poder subir un video en Tik Tok. Los valores están totalmente corridísimos. Para un pibe pobre el valor social de ser alguien tiene que ver con la materialidad, con lo que tiene. A ese pibe no le llegas hablando de la justicia social o diciéndole que la salida es colectiva. El pibe está en otra. Son otros sus deseos. Hay que poder abrazar esos deseos sin salir a policiarlos porque el peronismo también se volvió muy puritano. Tiene un modo de corrección política de señalar todo el tiempo lo que está bien y lo que está mal. El peronismo no es eso. Yo soy peronista y el peronismo siempre habló de abrazar a los nadie, de abrazar a los cabecitas negra. 

La primera vez que nosotras conocimos el mar fue cuando fuimos, gracias a un programa de turismo social, a los complejos de Chapadmalal. Además de conocer el mar, fue la primera vez que nos sentábamos a una mesa y comíamos con cuchillo de plata. La lógica no era solamente un acceso para las familias pudientes, sino que era también una acceso para las familias de la clase trabajadora.

Los valores sociales hoy están corridísimos y hay que hacernos cargo de que los proyectos se volvieron individuales. El pibe que quiere una moto. La piba que está haciendo Cafecito. Hay que saber interpretar eso sin ir a policiar, a cuestionar, a decirle que son los equivocados y nosotros los que tenemos la verdad absoluta de la doctrina. No. Tenemos que empezar a interpretar a esos sujetos y hacernos cargo que lo que hoy quieren los sectores populares es plata. Hay una romantización del pobrismo. Hay algunos dirigentes que hablan y generan una romantización del pobre y el pobre la verdad que está ahí, haciendo lo que puede, con lo que tiene a su alcance, porque quiere guita. A nosotras nos cuentan los pibes, que hacen reparto con su bici y una mochila, que se matan en el gimnasio, por ejemplo. De afuera podés pensar que es porque quiere subir un video en el Tik TOk o porque hay un estereotipo de belleza. Pero no es eso. Vos hablás con un pibe y te dice que necesita ganar fuerza porque quiere estar en forma. Eso significa poder meter 19 pedidos en un día. Eso le reditúa trabajar menos horas, porque pueden hacer un pedido de un lado a otro en menos de 4 minutos, pedaleando. Al final del día, le rinde más. Van al gimnasio por una cuestión pragmática, para resolver su propia economía. Ahí hay algo para pensar. ¿Y en qué invierten el dinero? La mayoría en herramientas de su propio trabajo: un mejor celular, una bici mejor. La política tiene que abrazar eso.

En el caso de Only Fans, ¿cuál es la mirada que tenés vos sobre esa situación que se extendió tanto? ¿Cuál es la que más se difunde en los medios o a nivel social?

Creo que la mirada que más se difunde y tiene mayor llegada, mayor masividad, por parte de los medios, es que justamente eligen historias. Se rompió con lo colectivo porque no importa una demanda colectiva, Lo que te venden es una historia de ascenso social. Entonces tenés historias de personas de clase media, inclusive, que te cuentan que eran docentes pero que se abrieron un Only Fans y entonces ganan mucho más, y viajan por el mundo y conocieron lugares y se dieron cuenta de que eran precarizadas siendo docentes. Que ahora pueden trabajar menos horas y ganar más, sin tener contacto directo con el cliente porque lo que hacen es subir fotos o videos, tener suscriptores y ganar en dólares. Esa no es la realidad de todas las compañeras. Ahí se crea una expectativa que, para alcanzarla, hay un camino largo. No todas llegan pero sí todas se suben a esa porque lo ven como un rápido ascenso social. Pero en el camino aparecen las frustraciones y también, las situaciones que tienen que ver con las consecuencias de ejercer un trabajo que no tiene derechos laborales y que implica riesgos. No tener esos derechos, no tener cobertura en salud, no tener una cobertura estatal, implica arriesgarse. Muchas veces, en el intento fallido de no frustrarse en ese camino de ascenso social, algunas se arriesgan. Dejan de vender el contenido y se mandan a hacer salidas a domicilios particulares. Porque Only Fans también es eso. No te vas a hacer millonaria subiendo solamente una foto de tus pies. No. Hay algunos clientes que quieren el contacto y te contratan por tus servicios. Ahí hay un montón de compañeras que se arriesgan a ir a casas desconocidas sin ningún tipo de estrategia de cuidado. Porque la misma plataforma te vende que vos no necesitás el Estado, que no necesitás lo colectivo. 

¿Ustedes lo trabajan desde el sindicato también?

Sí. Las chicas tienen grupos de Telegram o Whatsapp donde algunas cuentan sus experiencias, comparten domicilios de clientes donde no la han pasado bien, donde no han respetado los acuerdos. Algunas han tenido situaciones en las que cobraron por Mercado Pago o Pay Pal y nunca se les acreditó el dinero, entonces hay muchas compañeras que aconsejan primero garantizar la llegada del dinero para empezar a hacer el servicio, pero hay muchas que, en la desesperación, se arriesgan. Porque hay una romantización de Only Fans, y nosotras no romantizamos ningún trabajo. Me parece que es grave el error, el de romantizar los laburos. Hay trabajos que son registrados, que tienen condiciones laborales, que los compañeros y compañeras tienen de dónde sostenerse, pero cada vez hay muchos otros trabajos que no. Y ahí está el problema: eso no te lo cuentan estas historias maravillosas de que dejaste la docencia o de ser enfermera y ahora estás paseando por Dubai. Se crea una fantasía que nunca habla de transitar la frustración.

Foto: David Aguilar Sánchez

Esto que contás se inscribe en algo que venís pensando sobre que la política alejada de la realidad efectiva de un montón de gente. ¿Cuál es la realidad de esa clase trabajadora que vos conocés? Porque esto no empezó con Milei.

No, ya viene… después se profundizó

¿Por qué pensás que eso no está en el primer plano de la dirigencia, de los medios de comunicación?

Nosotras vemos personas muy rotas. Nos pasa incluso con compañeras nuestras, que están atravesadas por el consumo problemático, que están en situación de calle con su salud muy deteriorada, y que cuando llegan al sistema de salud llegan en las últimas. Compañeras que antes tenían un puestito en una feria o vendían comida con un carrito ahora están sumergidas en el narcomenudeo y en el pasamano, o en la venta de estupefacientes o en la venta de mentirita en el espacio público porque eso le reditúa mas económicamente. Son modos de supervivencia para no quedarse en la calle. Ninguna se hace millonaria ni tampoco terminan como en la serie de Netflix, como la reina de Colombia. No, es para pagar la habitación en un hotel precario con condiciones de insalubridad y para poder garantizar mínimamente las tres comidas por día. Nada más que eso. No hay proyecto. Es vivir el día a día todo el tiempo.

Nosotras creemos que eso no llega a la dirigencia porque dejaron de representar al pueblo. Ahí sí hay una hipocresía que vemos y nos da bronca, sentimos deshonestidad. No de parte de todos los dirigentes pero sí de algunos, que hablan como sabiendo el entramado barrial, como si vivieran en los barrios. No viven en los barrios populares. Porque si vivieran en los barrios populares, sabrían lo de los prestamistas, sabrían que una casa tirotearon, sabrían que la mayoría de la economía está sustentada por el narcomenudeo. Yo vivo en Constitución, abro la puerta de mi casa y lo veo. Me tocan el timbre para contarme, para pedirme ayuda. Van a la Casa Roja que está a media cuadra de Plaza Garay y todos los días viene una porque se peleó con otra por un conflicto de dinero.

Contame un poco qué es la Casa Roja para los que no conocen.

La Casa Roja es un centro de asistencia integral que ofrece distintos servicios sociales y de acompañamiento a las personas que ejercen el trabajo sexual. Son servicios que fuimos incorporando a demanda espontánea de compañeras. Hay abogados gratuitos, psicólogas, trabajadoras sociales. Tenemos escuela primaria, tenemos comedor. Hay talleres de teatro. Tenemos convenios con la universidad de Ciencias Sociales, que también está en el barrio de Constitución, y un centro de prácticas que funciona en nuestro espacio. Eso nos da la posibilidad de tener trabajadoras sociales a disposición de nuestras compañeras, para que asistan con informes sociales, para sacarles turnos médicos. Los abogados acompañan los procesos judiciales, hacen las denuncias en la fiscalía si los organismos que corresponden, cuando hay situaciones de violencia institucional —algo que en los últimos meses se incrementó muchísimo, razias, operativos y sobre todo la violencia física de la policía hacia nuestras compañeras. Las psicólogas trabajan mucho todo lo que tiene que ver con consumo problemático, que es una realidad que nos desborda a nosotras como organización. 

Y después es una casa cuya vida se la dan las propias compañeras. Es una casa atravesada por el conflicto permanente de tener que salir a resolver eso que la compañera trae, aunque yo no esté de acuerdo, aunque yo no hubiera hecho lo mismo, aunque intervenir me genere pudor. La lógica que nosotras tenemos, traiga lo que traiga la compañera, es que la puerta se le tiene que abrir. Se la tiene que escuchar y se tiene que resolver su problema. Muchas veces la resolución no implica la presencia del Estado y eso no significa que seamos anti estado. Tenemos nuestra limitaciones pero también mucha crítica sobre cómo funciona el Estado en gobiernos peronistas, cómo funciona y cómo está totalmente degradado y desfinanciado ahora. ¿Cuál es la lógica del Estado? El Estado siempre ha sido pensado por los blancos y para los blancos.

Siempre mencionas todo lo que tiene que ver con la clase social, con el color de piel, que apareció en la intervención que hiciste cuando fue el triple crimen de Morena, Brenda y Lara. Vos decías «bajen a los barrios», «escuchen a los pobres», «guarden sus papers«, señalando que hay un desconocimiento peligroso.

Lo que pasó a estas compañeras les pasó por ser pobres. Había una cuestión de pánico moral de todas las mujeres que salieron a las redes sociales a decir «nos van a matar a todas» o «esto nos puede pasar a cualquiera». No, hermana, si vos vivís en Palermo, no te va a pasar. Si vas a la facultad de Derecho o de Ciencias Económicas, no te va a pasar a vos. A estas pibas les pasó porque viven en barrios populares, porque tienen sus estrategias de supervivencia atadas con hilitos, porque están por fuera del tejido social y porque el crimen es una fotografía de la descomposición del tejido social. Nosotras siempre decimos que esto no le pasa a cualquiera. Estas pibas eran pobres. 

Foto: David Aguilar Sánchez

Te reivindicás peronista y planteás una cuestión central, que es la de las clases sociales. Pero en todos estos abordajes, en todas estas discusiones cerradas que se dan —en la dirigencia en el sentido amplio y en los medios de comunicación— está ausente la cuestión. Se habla de las mujeres, de los trabajadores, muy en general. ¿Por qué te parece tan importante y por qué te parece que todos los discursos son de la clase media?

Todas las voces que se escuchan son de la clase media, ¿o vos viste una compañera que te pueda venir a contar todas las situaciones o problemáticas que le llegan a un merendero?

Sucede, pero son pocas. Acá estuvo Dina Sánchez, contando su experiencia en Constitución y vienen personas que pertenecen a sectores populares…

Pero ellas no están en la toma de decisiones, en las mesas chicas, donde se discute la política, donde se resuelve quién va en las listas, donde se resuelve quién termina siendo parte del Estado, quiénes son funcionarias. Las pobres no están ahí. Si sacás una foto, son todas blancas. Y mirá que muchas son compañeras, por más que sean blancas, por más que sean de clase media. Cuando les mandamos un mensaje, resuelven, pero tienen privilegios. Y a veces los privilegios te hacen pensar que tenés tiempo…

La crítica es que si vos sos feminista y llegás al Estado, lo hacés porque creés que ahí se disputa el poder, ¿no?, y que desde ahí adentro podés cambiar, podés transformar, podes dejar de ser ese Estado burócrata. Lo que pasa es que metiendo 3 o 4 feministas no vas a lograr la transformación, porque te va a chupar el sistema. Le vas a terminar siendo funcional al sistema que en la calle estabas criticando. Vas a pasar a ser parte de ese sistema burocrático. Nos pasa con muchas compañeras que, cuando les decimos que otra que está escribiendo que hace 4 días porque no tiene para comer, ¿cómo resolvemos esto? «La va a llamar una trabajadora social», responden. Cuando la llaman, le hacen el informe y le piden un CBU. La mina es pobre, no está bancarizada, no tiene una tarjeta de crédito, tiene un Mercado Pago. Entonces contestan «Ah, no, como Estado no puedo darte dinero por Mercado Pago». Entonces hacele una compra, hermana, pasate el dinero a vos, que sí estás bancarizada, y después lo rendís. Tampoco. «Ah, no, eso yo no lo puedo hacer porque soy funcionaria». Entonces, ¿para qué estás en el Estado si esa va a ser toda tu respuesta? Esas cosas terminamos resolviéndola nosotras, mandando plata, pero no vamos al problema de fondo. Porque a la compañera le matás el hambre hoy, pero la semana que viene va a seguir teniendo el mismo problema. Se termina generando una política de maquillaje, de tapar un agujerito para que después te salgan veinte. 

Nosotras hablamos en todos los espacios a los que nos invitan, contamos lo del narcomenudeo, lo de los prestamistas, y muchos dirigentes que están en lugares institucionales, en el Congreso inclusive, lo primero que te dicen es «esto es muy complejo de explicar». Bueno, si estás en la universidad, es fácil explicar la complejidad. ¿Cómo la explicas? Hacés una tesis doctoral, bajás esa complejidad a un problema y después a una intervención. Viendo esto, el Estado debería responder de tal manera. Pero vos no estás jugando a ser becario del CONICET. Si vos estás en un lugar de toma de decisiones, aunque sea en una banca en el Congreso, no podés responder que «esto es complejo». Si no preguntate para qué estás haciendo política. La política es ir a fondo, sin importar con qué te vas a encontrar. A mí me parece que los valores están corridísimos en todos los sectores, no solo en los populares, sino en la política. Si vos le preguntas a un pibe hoy qué piensa de la política, te dice que la política es una cosa de chetos que se reparten cargos. Y tiene razón, porque discutimos el cargo, qué partido mete cuántos en las listas.

¿Cómo se sale adelante con un gobierno empoderado como es el de Milei? ¿Qué pensás que tiene que discutirse hacia adelante los que no están de acuerdo con Milei?

Creo que se tiene que reconocer el grado de conflictividad social en el que estamos. Si no lo podés reconocer, no vas a poder organizar nada. He escuchado a algunos y algunas que dicen que hay que ir a reorganizar el conflicto. Bueno, ¿qué conflicto ves vos? Si en tu grado de conflictividad no ves a los prestamistas, no ves lo de los pibes que trabajan en Didi, lo de las pibas de Only Fans, no ves las que hacen Cafecito y hacen uñas, no ves la del narcomenudeo, es difícil que puedas organizar. Porque el grado de conflictividad es ese. La intervención siempre llega cuando hay un muerto, como el caso de las tres pibas que ya está casi olvidado. Pasó hace tan poco y ya nos olvidamos. Para mí lo que hay que hacer es reconocer el conflicto, el entramado social, el deseo de esos compañeros y compañeras, incorporar sus demandas. Pensar en cómo vamos a salir a abrazar a ese compañero que quiere plata, y está bien que quiera plata porque quiere vivir mejor. ¿Cuál va a ser nuestro proyecto? ¿Decirle que está equivocado? Hay que dejar de estar en un cumple. Hay algunos sectores políticos que están en un cumple al que no estamos invitadas. Mientras ellos están en un cumple, discutiendo quién se erige como el conductor o la conductora, hay compañeras que la están pasando muy mal. 

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