Fernanda Juárez es periodista y escritora. Nació y vivió en Río Tercero y acaba de publicar Fuego amigo. Las explosiones de 1995 en Rio Tercero. El libro, editado por Caballo Negro, tiene unos testimonios muy impactantes, con imágenes que están en la memoria de la gente: “Llovía hierro y también pedazos de árboles encendidos”. “Una explosión les arrancó la puerta del placard”, “se oscureció la ciudad”. “Había algo incandescente”. “Las heridas se cauterizaban”. “Se formó un hongo naranja de 1500 metros de altura”. 

¿Cómo fue el trabajo de reconstrucción de estos testimonios? ¿Descubriste algo en este trabajo que no imaginabas, a pesar de que sos de Río Tercero?

El libro es un libro a 30 años. Muchos de esos testimonios no son testimonios que tomé yo —aunque muchos sí— pero son parte de lo que es la memoria de Río Tercero. Todavía se disputa cómo nombrar este hecho. Nosotros pusimos “explosiones”, la justicia dijo “atentado”, muchos decimos “crimen de Estado”. Lo cierto es que es el hecho maldito de Río Tercero. Todos los 3 de noviembre son los 3 de noviembre más allá de los 30 años que pasaron y todavía está la memoria viva. Yo recuperé mucho de lo que escucho, de los libros que preceden a este y fueron investigaciones periodísticas.

En este caso, este texto trabaja más con una idea de ensayo. Es decir, de recuperar los rastros, las huellas que quedaron en Río Tercero y podríamos decir en la Argentina, ¿no? Aunque en la Argentina podríamos decir que es un olvido, una efeméride olvidada, que no está presente ni siquiera en Córdoba Capital. Yo soy docente en la Universidad en Córdoba y cada vez que menciono el 3 de noviembre, no es una fecha que esté presente.  Algo nos dice ese olvido. En este sentido, el libro recuperó testimonios de años y años en la ciudadanía.

¿Te encontraste con algo nuevo?

La mayoría de las personas, cuando comienzan a hablar sobre esto, se emocionan. Me encontré con que lo que nos ocurrió está muy presente, aún cuando los riotercerenses no hablemos todo el tiempo de lo sucedido.

Este año particularmente, porque fueron los 30 años, porque es un número redondo y porque tuvo mayor repercusión, hubo más actos. En Córdoba Capital también se nombró más el tema. Yo me encontré con personas que durante mucho tiempo tal vez no hablaron y cuando lo hacen, aparece esa forma que podríamos llamar trauma. Algo que todavía está operando a veces a un nivel más consciente, a veces menos consciente, pero que tiene un efecto sobre la subjetividad de los riotercerenses.

Es un hecho dramático y traumático que parte al medio la historia del país, con Menem como protagonista, con la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia. En en libro vos contás como era la vida antes de la explosión y cómo la explosión terminó con ese orgullo de ser parte de una ciudad que tenía una fábrica que generaba armamentos y luego, de la Segunda Guerra Mundial, otro tipo de insumos para distintas actividades. ¿Podés explicar como era Río Tercero antes de Menem?

Río Tercero, quizás un tiempo antes todavía de Menem, era una ciudad futuro. Era una ciudad con una impronta de progreso marcado en el interior provincial de Córdoba y también tenía su marca a nivel nacional. Era una ciudad que se destacaba dentro del país por sus índices de crecimiento, de población, por la cantidad de electrodomésticos que se consumían, por la velocidad con la que crecía. Era una ciudad con la fábrica militar más importante en tamaño, en dimensión, que ideó el General Savio. 

Llegó a tener dos mil trabajadores…

Sí. Y Río Tercero fue marcado por eso, ¿por qué? Porque atraía, entre otras cosas, a profesionales, ingenieros, gente que venía a trabajar a la fábrica y alrededor de la fábrica. Gente de otros países, de otras provincias, rosarinos, santafesinos, gente de Córdoba Capital que bajaba a Río Tercero porque había trabajo. Eso diferenció a Río Tercero de los pueblos vecinos que, cuando se fundaron alrededor de 1900, resultaron todos muy parecidos. Son pueblos de perfil agrícola, ganadero, iguales a pesar del paso de los años. No crecen.  

Río Tercero era una ciudad marcada por la idea de futuro, de progreso. La gente llegaba, rápidamente tenía casa y trabajo. Y la fábrica era la industria madre, así era nombrada. O sea, todos esas otras fábricas, talleres mecánicos, todo lo que está alrededor de la fábrica, en algún sentido tenía su origen en la fábrica. Después de las explosiones lo que cambia es ese ethos de la ciudad, ¿no? Dejó de ser una ciudad pujante y algo lo evidencia, ¿no? Porque todos los censos posteriores a la explosión marcan que Río Tercero dejó de crecer. Tiene 45 mil habitantes y ese es su número. Ya no se abrieron más industrias, ya no es una ciudad que atrae a trabajadores, a obreros, como aquellos que encontraban ahí una posibilidad de desarrollo, de crecimiento.

El 3 de noviembre de 1995 explotó la fábrica militar de Río Tercero y el 10 de diciembre Menem asumió su segundo mandato. Esa explosión marcó en algún sentido el fin del sueño de una Argentina industrial, una Argentina potencia, una Argentina capaz, por ejemplo, de producir industria pesada, de tener un complejo estatal disperso en distintas provincias y lugares.

Mencionás que se fabricaban llantas, vagones, tubos de oxígeno, válvulas de inyección par extraer petróleo. Había una escuela de aprendices donde iban los hijos de los obreros de la fábrica. Y decís: “Los mismos explosivos que se fabricaron durante décadas se habían vuelto contra los habitantes de Río Tercero”. Estamos hablando de 7 muertos, 300 heridos, víctimas fatales no contabilizadas que fallecieron poco después, 320 viviendas reducidas a escombros. Y Menem que desde el primer momento se preocupa por asegurar que la explosión había sido un accidente. Visto desde hoy ¿cómo ves ese viaje de Menem, de Corach, del gobierno nacional? ¿Estaba todo guionado o hubo algo que se les fue de las mano?

La llegada de Menem es increíble, es espectacular. Él llega en helicóptero a una ciudad muy pequeña que tiene un aeroclub muy chiquito. La primera explosión fue a las nueve menos cinco, y se prolongó durante toda la mañana; y él llega al mediodía, sin saber cuántos muertos había, con los 45 mil habitantes de Río Tercero totalmente autoevacuados. Era una ciudad fantasma. Hay gente que me cuenta que cuando Menem llega con toda la comitiva y va ingresando a la ciudad, bajó el vidrio del auto y saludó a la gente, gente que estaba en shock.

Había ganado en esa ciudad donde Eduardo Angeloz tenía un peso tan importante.

Sí, Angeloz era de Río Tercero. Hay que decir que Menem llegó en el acto. La conferencia de prensa en la que dice “esto fue un accidente, no fue un atentado” él estaba en representación del Poder Ejecutivo Nacional. A su lado, estaba el gobernador Ramón Mestre, de otro signo político, radical, y también estaba el intendente Carlos Rojo, peronista. Es decir, estaban todos los ejecutivos, todo el poder representado y todos dijeron lo mismo. Es muy famosa la frase de Menem, pero después habla Mestre y Mestre es más enfático todavía con la idea de que eso había sido un accidente. La línea que ellos bajan en ese momento es la que va a signar todo el proceso judicial.

¿Cuándo creés que cayó la mentira oficial?

De parte de la población civil, la gente sospechó en el acto. Hay que pensar que ahí había muchos trabajadores, gente con mucho oficio, muy calificada, que sabía muy bien con qué tipo de material trabajaba. Además esta causa estaba vinculada con la causa por el tráfico ilegal de armas que en ese momento ya estaba activa. Los trabajadores claramente decían que lo que hacían en la fábrica era, entre otras cosas, borrar el escudo o el número de serie a los proyectiles, que los jefes decían que esas armas se traficaban. En el entorno de la fábrica militar se sabía que algo raro estaba pasando. 

Y con respecto a ese día, cuando Menem dijo que la explosión había sido un accidente, la culpa cayó rápidamente sobre los obreros que estaban en el lugar. Es decir, por el eslabón más débil y, por lo tanto, esa gente rápidamente se tuvo que defender porque, si eso había sido un accidente, significaba que ahí había habido negligencia, que alguien había permitido que se produjera un incendio y que ese incendio detonara esos depósitos de municiones.

El clima estaba raro en Rio Tercero. Podríamos unirlo incluso al año anterior, cuando fue el atentado a la AMIA y un poco antes a la embajada de Israel. Ese mismo año incluso, en el 95, había sido la muerte de Carlos Memenm Junior. Había muchas causas abiertas donde el gobierno nacional estaba involucrado y alegar rápidamente que había sido un accidente no era algo que todo el mundo aceptara sin más. Lo cierto es que la justicia, que era la que tenía que dar las explicaciones, en un comienzo siguió la línea del accidente e hizo todo para no ir por la otra línea, la del atentado.

Durante más de 2 años, las causas por la venta ilegal de armas que se tramitaba acá en Buenos Aires, en la justicia federal, y la causa por las explosiones de Río Tercero, que se tramitaba en la justicia federal de Río Cuarto, se tramitaban de manera paralela y nunca se cruzaban. Estaban los mismos nombres, las mismas personas, los mismos hechos, las mismas circunstancias y esas causas iban una paralela a la otra. 

Luis Sarlenga, el titular de Fabricaciones Militares, dijo “no se podría haber vendido ni un fósforo al exterior si no hubiera sido por el impulso de la CIA y el gobierno de Clinton en Estados Unidos”. ¿Se puede pensar la voladura de Río Tercero fue parte de las relaciones carnales?

Sí, totalmente, era el alineamiento que tenía Argentina en ese momento. Después de la caída de la Unión Soviética, cuando se desata la guerra de los Balcanes, Estados Unidos queda alineado con Croacia pero no podía venderle armas. En esa guerra, los serbios tenían el arsenal y tenían el apoyo de Rusia, mientras que Croacia tenía el apoyo de Estados Unidos velado, como es de costumbre, y también del Vaticano, porque ellos son católicos. Entonces los estadounidenses le piden a países aliados que envíen armas porque era la forma de que Croacia pudiera sostenerse en esa en esa guerra y Argentina lo hace alineado con Estados Unidos, efectivamente.

Y también le vende a Ecuador, siendo garante de paz, ¿no?

Y en una traición tremenda a los hermanos peruanos con los cuales fuimos aliados en la Guerra de Malvinas, nuestro únicos aliados, ¿no? Perú había mandado tropas y es nuestro país hermano por las guerra de la independencia. Lo que hizo el menemismo a nivel internacional ha sido pura traición.

Hay un capítulo que se llama “Las bombas que faltan”, que constata que, tras la explosión, faltaban 31879 proyectiles de distinto calibre y que durante cinco años la fábrica funcionó como un centro operativo que vendía armas en forma ilegal. Las explosiones fueron intencionales, necesarias para ocultar el tráfico ilegal, y, vos decís que el hecho estuvo planificado desde la cúpula del poder.

Si Menem no hubiera tenido fueros, esta era la causa que lo podía llevar a sentarse en el banquillo de los acusados. No fue así porque fue protegido por el poder político. Y cuando debía sentarse ahí, murió.

Él mismo se desdijo en algún momento con respecto a que había sido un accidente, ¿no? 

No se desdijo pero dijo “¿qué otra cosa podía decir?”. Ese carisma, esa chispa con la que Menem se caracterizaba, y que en el resto de la Argentina un poco se celebra, en Río Tercero no. Todo lo que está vinculado con Menem nos trae esa imagen de alguien que fue responsable. Responsable en el sentido de que lo que demostró la justicia, claramente, respecto del móvil de este crimen que podemos llamar crimen de Estado en democracia.

6500 toneladas de armas se vendieron a Ecuador y Croacia, con intermediarios…

Efectivamente, la justicia demostró que ese faltante de armas fue producto de toda una maquinaria estatal al servicio del contrabando de armas. Fueron camiones y camiones que salían de noche, que pasaban cargados por lugares donde había ciudades, población civil; fueron containers en barcos, empleados que viajaron con cargamentos. Se demostró que faltaban proyectiles, que estaban en los papeles pero que no físicamente, y la ocurrencia de la explosión la tuvo esa camarilla de los más altos funcionarios, del presidente para abajo. Había secretarios, asesores que estaban involucrados.

Camilión, ministro de defensa…

Emir Yoma y muchos otros nombres están en danza. Idearon esto que era para que no se sepa, para crear un estado de confusión con respecto a cuántas armas había, porque se venía esa esa causa. Bueno, la ocurrencia fue volar una ciudad.

Si lo emparentamos con otros hechos trágicos de nuestra Argentina reciente donde hubo negligencia —pienso en la tragedia de Once, pienso en Cromañón—, acá la gravedad que tiene lo ocurrido en Río Tercero es que hubo una voluntad. Es decir, alguien accionó un mecanismo para que eso volara, alguien lo hizo desde el poder. Eso llegó a determinar la justicia.

Diego Palleros, como Sarlenga, también dijo que Menem sabía. Muchos fueron admitiendo la culpabilidad, tratando de deslindar responsabilidades, pero contando la trama, ¿no?

Sí, hay que decir que eso pasó recién 15 años después. Porque la justicia es justicia si  llega a tiempo, ¿no? Iban pasando los años y en Río Tercero todo se iba enrareciendo y nunca se llegaba a saber. Sí hubo algo que rescatar y es que fue la sociedad civil la que llegó a esas conclusiones. No fue por el accionar de jueces y fiscales, no fue por el poder político que no tuvo nunca voluntad de esclarecer, sino que fueron los obreros, los familiares de las víctimas.

Vos mencionás a dos personas especialmente. A Ana Griti, la única querellante que perdió a su esposo, y Omar Gabiglio, jefe de planta de carga, después despedido, alguien que sabía muy bien como funcionaba la fábrica…

Sí, y que era la persona que estaba en el lugar donde se inició todo. Hay que rescatar esas figuras porque una cosa es venir a hablar hoy, cuando pasaron 30 años, y otra cosa es hacerlo en ese momento con todo el poder del menemismo activo. Hablar era a riesgo de vida. Porque eran personas del común que no tenían ni dinero ni contactos ni posibilidad de defenderse del máximo poder, de todos los ejecutivos juntos, del menemismo en auge. Un obrero —que se había formado en la escuela de aprendices y que llegó al cargo más alto que era ser jefe de planta— cuando desde Fabricaciones Militares le dijeron que se iban a defender todos juntos con buffets de abogados de Buenos Aires, él dijo que no. Porque eso me lo iba a comprometer a no poder decir la verdad. Tomó esa decisión y gracias a esa decisión hoy estamos acá diciendo que fue un atentado.

Y Ana “Coca” Gritti, como la conocemos en Río Tercero, fue la única querellante penal. Algo nos dice eso también, ¿no? Hubo muchos denuncias y todavía incluso hay causas abiertas por daño civil, daño moral, pero ella fue la única querellante penal de toda la ciudad. Es decir, la única dispuesta a preguntar quiénes fueron los culpables. Y fue el accionar de Ana Gritti el que permitió llegar hasta donde se llegó, que es a demostrar que efectivamente esto había sido un atentado.

Contás medio al pasar que hubo muchos episodios extraños en las horas previas y posteriores a las explosiones, con militares, agentes de inteligencia involucrados. Juan Carlos Andreoli, interventor de Fabricaciones Militares, murió en 1996 cuando su helicóptero cayó en picada sobre el Campo de Polo de Palermo. Él era un testigo clave, alguien involucrado. Vos decías, en entrevista con La Voz del Interior, que el gobierno de Menem había encendido una mecha contra la población civil. ¿Qué connotación tiene hoy el apellido Menem en tu ciudad?

Cuando murió Menem, Río Tercero no adhirió al duelo nacional. Fue declarado persona no grata por el Consejo Deliberante y por el municipio. Eso significa que Menem no puede tener una calle, no puede tener un busto, una plaza a nombre de él. Eso en cuanto a las implicancias más institucionales. Pero en Río Tercero hasta los niños saben que Menem está asociado a lo que sucedió ahí. Cualquier niño dice fue el que “mandó a explotar la fábrica”. ¿Qué quedó del menemismo? Bueno, no sé, eso habría que pensar hoy, en la actualidad. Toda sociedad tiene sus contradicciones, después de todo lo que había pasado, cuando ya sabíamos que era el responsable de la voladura y se volvió a presentar a elecciones, obtuvo su buena cantidad de votos

En 2003…

Sí, exactamente. En Río Tercero podríamos decir que debería haber sacado nada. Pero no, tuvo su presencia ahí, incluso le ganó a Néstor Kirchner.

Al final del libro hay preguntas que quedan abiertas. ¿Por qué no se asume que se trata de un crimen de Estado? ¿Por qué no se lo califica como un crimen de lesa humanidad o terrorismo de Estado? ¿Por qué la desgracia de los riotercerenses no es al mismo tiempo una desgracia nacional?

Esa última pregunta yo creo que es la que nos tenemos que hacer los argentinos. Una posibilidad podría ser que Río Tercero no está cerca de Buenos Aires, ¿no? La distancia podría ser una explicación. Pero yo creo que no es suficiente para justificar que por eso lo olvidamos. Porque Río Tercero queda muy cerca de Córdoba Capital, a 100 kilómetros, y allí tampoco se recuerda. Doy un ejemplo: cuando se conmemoran los aniversarios por lo que sucedió en la embajada de Israel o la AMIA, en Córdoba Capital tienen mucha más presencia. U otros hechos similares de la década del 90, como el accidente de LAPA, en el que hubo muchas víctimas cordobesas porque ese vuelo iba para allá. 

Habrá que preguntarse si esta imposibilidad de la justicia de llegar a tiempo a demostrar qué era lo que había sucedido, fue porque estábamos en el medio del auge del menemismo, donde todo era éxito y donde todo se veía con otros ojos. ¿Será que las víctimas de Río Tercero no tienen el mismo valor que las víctimas de otro lugar?

Volar una ciudad para ocultar el contrabando de armas parece un acontecimiento de ciencia ficción, ¿no? Pero las pruebas y las confesiones están.

La justicia lo demostró, y más allá de lo que trabaja el libro, hay otros trabajos que  tienen a lo mejor más énfasis en la cuestión judicial. Yo no quise centrarme solo en eso y, como te digo, mi idea fue hacerme preguntas sobre el sentido de este hecho y sobre qué nos dice a los argentinos lo ocurrió ahí en Río Tercero, en el interior del interior. Qué nos dice sobre sobre nuestro país, sobre los olvidos, sobre cómo se organizan las efemérides, sobre cómo está la recuperación de la memoria en nuestro país en relación con esto, sobre lo que pasa acá en la Ciudad de Buenos Aires y lo que pasa, a lo mejor, en un lugar del interior.

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