UNO
Entre 2022 y 2023 doy clases a alumnos estadounidenses que vienen de intercambio. Todos de entre 19 y 22 años. Algunos, de las más encumbradas universidades. En el aula, parece haber cubículos. Ninguno se relaciona con el otro. No se miran entre ellos y apenas si me miran a mí. Una teje a crochet. Otro dibuja. Varios se esconden detrás de su laptop.
Cuando trabajamos con un autor que plantea que los milicos consideraban a la subversión como algo contagioso, uno levanta la mano y pregunta: «¿De verdad contagiaba?». Es un cross de izquierda a mi mandíbula poética. Se trata, apenas, del más grueso de varios ejemplos. Para ellos no hay la posibilidad de la metáfora, del símbolo. Y, sin esa posibilidad, nada. Mientras doy clase, pienso que la literalidad nos va a conducir a una muerte lenta y horrenda, peligrosa.
Además, se niegan a compartir sus producciones en voz alta. Me lo hacen saber con cierta violencia. Una secretaria académica me explica: «Es por el bullying». Yo tengo que pasar computadora por computadora a leer en silencio sus escritos.
Los llevo a una excursión. Una de las chicas se siente mal y me avisa que se va a retirar. Es la segunda vez que la veo y no sé su nombre. Sus compañeros han compartido 3 meses el aula con ella y tampoco lo saben. Tengo que preguntar unas ocho veces hasta que, por fin, doy con su nombre.
¿Por qué empiezo hablando de esto en un artículo sobre la imposibilidad de coger entre heterosexuales? Lo digo a conocidos: ver a estos jóvenes, para mí, es ver el futuro cercano. La caída de los vínculos. El fin del intercambio erótico y sexual. Nadie se vincula con nadie y el deseo aparece apenas, borroso, borroneado.
Una amiga mucho más joven (tiene 27 y yo 42), toma el guante y me introduce a ShoeonHead, una Youtuber yanqui. Ella está pensando en el mismo sentido que yo: en Argentina, el vuelco de muchas de las masculinidades hacia la Libertad Avanza, se nos ha vuelto en contra. En el mundo, basta ver lo que propone el MGTOW (Men going their own way), su machismo radical, y cuáles son sus vínculos con la derecha y el libertarismo. ShoeonHead habla de la soledad femenina y la vincula con esto. También ve el futuro, pero ella lo ve en Japón.

DOS
Las bajas en las tasas de natalidad preocupan a los especialistas económicos porque es un fenómeno que se está dando en todo el mundo. En Argentina, también. Según datos recientes recabados por la consultora Sentimientos Públicos: la tasa de natalidad en la Ciudad de Buenos Aires se redujo en un 48% entre 2016 y 2024; la población clave, de entre 30 y 43 años, muestra una baja en la satisfacción con la experiencia de tener hijos —para sorpresa de muchos, una tendencia más fuerte entre mujeres que entre hombres.
No coger ni reproducirse afecta de manera directa al PBI. Japón está en la cima. Con la población más envejecida del globo y un 70% de la población soltera, en el país de unas de las libertades sexuales más grandes, las mujeres están optando por citas con novios pagos. No se trata de contratar servicios sexuales: japonesas no hegemónicas le pagan a japonecitos súper hegemónicos para ir al cine, al acuario, a tomar algo y, sobre todo, quieren que ellos les digan lo lindas que son. El servicio también incluye un chateo platónico. Hay quienes se han vuelto adictas a estos servicios. Un documental de France 24 lo muestra y, también, a un grupo de padres preocupadísmos porque sus hijos cuarentones no formaron pareja. Se reúnen una vez a la semana para intentar matchearlos. La cinta da cuenta, además, de un hombre que se casó con un personaje de ficción. Vive en su monoambiente de 15 m2 con una réplica de ella en tamaño real. Tiene una cama de una plaza. Tampoco es sexual. A ella la sienta a charlar y a tomar el té.
TRES
En España existe el Observatorio Estatal de Soledad No Deseada. Según un estudio de 2024, casi un 22% de las mujeres del país sufre este tipo de soledad. Entre las jóvenes de 16 a 29, el número asciende a 31%.

La Organización Mundial de la Salud creó una comisión para fomentar la conexión social. «Las altas tasas de aislamiento social y soledad en todo el mundo tienen graves consecuencias para la salud y el bienestar. Las personas que no tienen suficientes relaciones sociales estables corren un mayor riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares, ansiedad, demencia, depresión, suicidio, etc…».
CUATRO
Si en 2019 los varones no sabían si tocarte el hombro por miedo a que le hicieras un escrache o una denuncia, entre 2021 y 2022 se ha vuelto una moda dejarnos plantadas. Si tenés suerte, te avisan un rato antes con excusas de lo más ridículas. Si no, te dejan esperando en el lugar en que te citaron. Siento que esto es algo profundamente aleccionador. Está pasándole a varias. Una chica tuitea un viernes a la noche: «Acá, en un taxi volviendo porque me dejaron plantada. Suena Aspen».
Ah, el sexting. Lo único que ha hecho, para mí, es empoderar más a los varones. Un terreno límbico, para los casados. Un espacio de consumo sin compromiso, para todos. Al mismo tiempo, en ciertos ámbitos se machaca con aquello de la «responsabilidad afectiva».
Qué mal nos ha hecho esta proliferación de nombres. Tocar el lenguaje —que es una cárcel— nunca resulta gratis. Sin embargo, la época y las redes sociales se empeñan. Ghosting, gaslighting, simp, Karen, Tatiana, incel, chad, virgins, bro, sugaring, radfem, normie. La lista sigue y una tiene que estar actualizada.

CINCO
¿Cómo pasamos de eso que muchos encarnaron en «La patria es el otro» a la resistencia total a encontrarse y establecer lazos? ¿Es que ya no existe la otredad? ¿Cómo se dio esta transición del fin del amor al fin de los vínculos sexuales en tan poco tiempo? ¿Por qué el capitalismo puso en crisis lo erótico? Este es un claro problema burgués, clasemediero. En los barrios populares, no pasa lo mismo.
¿Se acuerdan del sketch de Pedro Saborido y Diego Capusotto? “Acá sí que no que no se coge”. Como dicen ahora: la vieron.
SEIS
2024: Uno de Instagram me pregunta si quiero salir con él. Le digo que sí y se me ocurre preguntarle si vive en la misma ciudad que yo. «No», responde. «A 300 km y no voy para allá».
¿Entonces?
Yo sentencio que se trata de una época en la que se elogia la imposibilidad. No puedo encontrar otra explicación. Un amigo, en cambio, me dice lo contrario: «Él se quedó con tu sí, eso ya le produce placer. No necesita más».
SIETE
En 2022, la periodista británica Niloufar Haidari escribió para Dazzed, un artículo titulado «¿Por qué los hombres heterosexuales no quieren tener más sexo?».
El texto afirma: «Las mujeres heterosexuales que conozco están hambrientas de sexo, se sienten confundidas y frustradas porque la libido de sus parejas no coincide con la de ellas. No es que los hombres heterosexuales no estén excitados en absoluto, como lo demuestra la creciente popularidad del porno y su continuo amor por enviarles a las mujeres mensajes extraños y no solicitados en Internet. Pero su excitación es ambiental, apagada, en línea, y a menudo parecen más interesados en otras cosas: videojuegos, lectura, fiestas, deportes; envían incesantemente a las mujeres fueguitos en Instagram, pero se resisten a la perspectiva de un contacto piel con piel real con ellas».

Haidari pone el acento de su artículo en el porno. A mí, a estas alturas, eso me parece un poco vintage. No digo que el porno no tenga que ver con todo esto, pero como argumento es obvio y, sobre todo, insuficiente para algo que cambia a una velocidad increíble. Más interesante me resulta su planteo de «una excitación ambiental, apagada y en línea».
OCHO
Algo que sólo decimos en el ámbito privado, cuando hablamos de esto, entre amigas: algunas cosas de los últimos feminismos se nos han vuelto en contra. ¿De qué nos liberamos si tenemos que hablar de estas cosas en secreto?
NUEVE
2025: Hay un hombre desnudo en mi cama que me dice que no quiere, de ningún modo, tener pareja y que la mayor parte del tiempo tampoco tiene ganas de coger. Deformación profesional: pregunto por qué. Me gusta que ellos me lo puedan explicar. Sin embargo, él no sabe qué responder.
DIEZ
Cuando en 2016, el doctor Ian Pearson aseguró que para 2025 las mujeres preferirían tener sexo con un robot en vez de con humanos varones, quizás imaginó un robot de carne y hueso. Sin embargo, las que están picando en punta son las AI del tipo de Replika, EVA AI o CrushOn. Dicen los creadores de la primera: «es para cualquier persona que quiera un amigo sin juicio, drama o ansiedad social involucrada. Puede formar una conexión emocional real, compartir una risa o ser real con una IA que es tan buena que casi parece humana».
De “casi” nadie se muere.

ONCE
En 2023 publiqué un libro que se llama Las citas. Recopila poemas de mis salidas con varones después de 16 años de pareja. Poemas que escribí entre 2018 y 2020, cuando todavía era posible vincularse sexualmente y establecer ciertos lazos con varones. Parecía un páramo, pero en el desierto siempre se encuentran oasis. Hasta hace un tiempo pensaba que el libro tenía algún registro arqueológico porque ocupa una parte del confinamiento por el Covid19. Ahora, como están las cosas, me parece que el registro arqueológico está en documentar que era posible coger. Es un libro feliz.
DOCE
Si los hombres no quieren, tal vez haya que inventar algo nuevo. Ya lo dice May Sarton: «la vida sería muy aburrida sin esas áridas interrupciones que nos nutren y enloquecen». Es demasiado pronto para saber qué hacer, pero se supone que en tiempos de crisis salen soluciones creativas. En Lisistrata, la genial comedia de Aristófanes, ocurre al revés: las mujeres deciden iniciar una huelga de sexo hasta que los hombres se dignen a parar de hacer guerras. Se pasean en túnicas transparentes, pero no se dejan.
TRECE
Me pasé los últimos años traduciendo a Lenore Kandel porque estoy segura de que es una autora para la época. Ella escribió en los ’50, a la sombra de los beatniks varones, sobre amor, sobre sexo, sobre ángeles, brujas y horóscopos. Su libro Coger con amor fue censurado por la justicia.
No lo sé, pero tal vez, haya que preguntar lo que Lenore hacia el final de este poema:
Cariño, escuchá, yo soy la misionera del amor
predicadora del evangelio de la santa cogida, de la gran cogida, de la buena cogida
Lo más dulce, encontrar tu camino a través de la carne
enterrando la cabeza en el amor, llenando tu boca de amor
llenando tus manos de amor, gritando de amor con todas tus fuerzas,
mordiéndote los dientes de amor, acariciando tu lengua con amor
Cariño, ¿qué querés
de verdad
salvo una buena cogida?
Flor Codagnone nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 1982. Se licenció con honores en Periodismo por la Universidad del Salvador. Es poeta y performer. Se dedica a la divulgación de poesía. Ha publicado una decena de libros. Insiste. Insiste. Insiste.







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